Un estudio realizado por los investigadores Jordi Bascompte y Pedro Jordano, de la Estación Biológica de Doñana, concluye que las relaciones de dependencia mutua entre las plantas y los animales que las polinizan o dispersan sus frutos, uno de los mecanismos más importantes de generación de biodiversidad, no constituyen conjuntos difusos de especies interaccionando aleatoriamente, sino que forman redes complejas con un estilo bien determinado.
Según estos expertos, este estilo o patrón puede caracterizarse por el dominio de dependencias muy débiles (casi ninguna planta depende mucho para su reproducción de una especie determinada de insecto), y asimétricas (en las pocas ocasiones en las que una planta depende mucho de un animal, este apenas depende de esa planta porque extrae la mayor parte de su alimento de muchas otras especies). Así, estas redes de interacciones de beneficio mutuo débiles y asimétricas fomentan la coexistencia de un gran número de especies, de forma que se podría decir que constituyen «la arquitectura de la biodiversidad».
Los estudios sobre diversidad se han centrado, por lo general, casi exclusivamente en el número de especies, mientras que esta nueva investigación demuestra que existe un componente igualmente importante que es la forma en las que estas especies interaccionan. «Nuestro trabajo aporta un enfoque a nivel de toda la comunidad, es como intentar contemplar todos estos pares en su conjunto, como añadir las piezas de un puzzle gigantesco y ver el resultado global», señala Bascompte.
Este científico explica que para predecir cómo la extinción de un polinizador afectará a la comunidad en la que vivía, es necesario entender la estructura de las interacciones en esa comunidad. «Sólo con esta información -comenta- se podrá comprobar si los cambios se restringen a un número pequeño de especies o si, por el contrario, se amplifican por toda la comunidad en forma de avalancha o efecto dominó en la que un número enorme de especies la seguirían hacia la extinción».