Vivir en las ciudades y apartados de la naturaleza está dañando nuestra salud y bienestar, y en especial en los niños, tal y como se está demostrando en varios estudios de psicología ambiental. Así lo destaca José Antonio Corraliza, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y experto en dicha especialización. Corraliza defiende estar en contacto con espacios naturales no solo para sentirnos mejor, sino también para asumir conductas ecológicas. Además, sostiene que modificar hábitos personales es fundamental para hacer frente a los grandes problemas ambientales, como el cambio climático o el descenso de biodiversidad, pero reconoce que, para ello, las políticas públicas tienen que facilitarlo.
La psicología ambiental deja en relieve que el lugar donde vivimos es como una dimensión oculta que afecta a nuestro bienestar, nuestra conducta, nuestra forma de ser, sin darnos cuenta. Nos hacemos dos grandes preguntas: cómo nos influye el medio y cómo influimos en el medio. Muchos problemas psicológicos solo tienen solución si cambiamos el lugar en el que la persona se desenvuelve.
“El problema no es la falta de conciencia ambiental, sino de políticas públicas que permitan prácticas ecológicas”Pueden aparecer síndromes relacionados, como sobre el que se habla ahora mucho, el “trastorno por déficit de la naturaleza”. Se ha estudiado en especial en niños y está vinculado a varios problemas de salud y bienestar, como el incremento de la obesidad, enfermedades neumónicas y respiratorias, trastornos por déficit de atención e hiperactividad o falta de vitaminas esenciales. En términos evolutivos, llevamos muy poco en las ciudades, nuestro organismo está adaptado a la naturaleza.
Eso es. En un estudio analizamos tres campamentos de verano para niños en entornos urbanos y naturales, todos con programas de concienciación ambiental. El factor que más influyó para que los menores asumieran los mensajes era estar en un espacio natural.
El escenario prototípico de la sociedad actual es la ciudad, que ha marcado una determinada manera de ser. Y estos patrones se producen en las ciudades grandes y en las pequeñas. Hoy en día todo es ciudad.
“No hay que llegar a la ecofatiga, asustar a la gente con mensajes negativos hace que desconecte”Sí. En las ciudades se producen dos fenómenos importantes. Por un lado, la sobrecarga informativa; tenemos que hacer frente a muchos estímulos no deseados y desarrollamos mecanismos que nos defienden, pero que también nos impiden recibir información que podría interesarnos. Y por otro lado, las experiencias persistentes de hacinamiento; nos vemos obligados a tener muchas relaciones con otras personas, y por ello son de baja intensidad, lo que lleva a que nos interese menos la gente. Por eso desciende la conducta altruista, la preocupación por los demás, cada uno va a lo suyo. No es una manera de ser de las personas, es un mecanismo adaptativo.
Muchos psicólogos tienen en cuenta las evidencias de la psicología ambiental. En realidad, nuestros clientes son el urbanista, el arquitecto, el gestor de un espacio natural…, para que la gente se encuentre bien en un lugar, no realice conductas vandálicas o sea limpia en un espacio protegido. Las personas tenemos una gran capacidad para decodificar las normas de un entorno y adaptarnos a ellas. Si vas por una calle un poco sucia, no te importa tirar una colilla o un papel al suelo, pero si está limpia, buscas un cenicero o una papelera.
A todo el mundo, independientemente de la cultura o los países, le gustan los espacios con agua y vegetación, porque han sido básicos para la supervivencia de la especie humana. También nos gustan los espacios abiertos, las grandes panorámicas naturales, porque es una garantía de seguridad, de poder anticiparnos a cualquier peligro.
Es otra de nuestras grandes preocupaciones. Un colega de Barcelona lo llama la “psicología ambiental verde”. Hay muchos problemas ambientales cuya solución solo se puede alcanzar si cambiamos el comportamiento. Un ejemplo es el cambio climático. Un autor americano, Stern, publicó un estudio que señalaba que más del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero dependen de decisiones individuales. Las políticas de ahorro energético están muy bien, pero si no conseguimos que la gente varíe su estilo de vida, las emisiones seguirán. La idea es promover contextos en los que sea fácil llevar hábitos de vida sostenibles y patrones de conducta ecológica responsable en relación a los recursos naturales básicos, agua, energía, biodiversidad, espacios naturales, etc.
“Muchos problemas ambientales solo se pueden solucionar si las personas cambiamos de comportamiento”Los estudios que hemos hecho sobre actitudes ambientales demuestran que en España estamos concienciados. Más del 65% de los españoles aseguran que están preocupados por los problemas ambientales. Pero cuando se les pregunta si piensan que los ciudadanos de su entorno lo están, el porcentaje baja al 30%. Aunque estemos concienciados, si creemos que los demás no lo están, ¿para qué cambiar? El problema, por tanto, no es de concienciación, sino de facilitar la asunción de conductas ecológicas.
Con políticas públicas. La gente está concienciada por las consecuencias del coche privado, aparte del gasto, pero no utilizará transporte público si no lo tiene en condiciones. Hay estudios que señalan que si los ciudadanos no tienen contenedores cerca, no reciclan, aunque tengan conciencia. También hace falta información práctica: muchas personas no saben cómo ahorrar energía. Y no hay que llegar a lo que los psicólogos ambientales denominamos “ecofatiga”: si asustas a la gente con los aspectos ambientales negativos, la gente desconecta. No se trata de decir a los consumidores que ahorren luz, porque si no el cambio climático nos matará a todos, sino porque es la manera de preservar la naturaleza.
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