El agua es uno de los recursos naturales más preciados del planeta, por lo que la distribución equitativa y la explotación sostenible de este recurso es uno de los principales retos del siglo XXI. Afortunadamente, el agua que se consume en nuestro país es de suficiente calidad como para poder estar tranquilos, lo que no impide que existan diversos problemas a los que hay que hacer frente, como explica José Manuel Murillo, ingeniero de minas del Instituto Geológico y Minero de España (IGME). Una institución en la que se investiga y se ofrece asesoramiento técnico y científico a las distintas administraciones públicas del Estado.
No representan una cantidad significativa dentro del montante global de las cifras del agua en España. Las piscinas se suelen llenar una vez al año y los campos de golf normalmente se riegan con aguas residuales. El gran ahorro de agua tiene que venir de la agricultura
El gran ahorro de agua tiene que venir de la agricultura, que en estos momentos está viviendo una etapa de transición que dará lugar a una agricultura más competitiva, menos agresiva con el entorno natural y más productiva. En este sentido, cabe indicar que la agricultura ecológica ha pasado de 4.235 hectáreas en el año 1991 a 733.182 hectáreas en 2004. Esto ha podido suponer, dado que esta técnica agraria emplea métodos de riego muy eficientes, un ahorro de casi mil millones de metros cúbicos. Una cifra análoga a la que se pretendía transvasar.
España es un país en el que, salvo algún caso esporádico y excepcional y por su grado de desarrollo e infraestructura hidráulica, no hay que temer por la calidad del agua para abastecimiento urbano, ni aún en el pueblo más pequeño. Otra cosa es que el agua que suministra una determinada población pueda gustar más o menos a un consumidor y éste prefiera beber agua embotellada. En estos momentos, estamos muy lejos de aquellas epidemias veraniegas de la España desarrollista. A título de ejemplo, puedo citar que la calidad del agua que se utiliza en algunas poblaciones, como la mayor parte de las pertenecientes a la Comunidad de Madrid es tan buena que en ellas casi seis millones de españoles se están duchando con un agua muy parecida a la embotellada. Esto no significa que se tenga que bajar la guardia, sino todo lo contrario.
Es un problema complejo que depende de muchos factores. La falta de agua, que no pueden suministrar los embalses o las plantas de desalación en esos años, se puede cubrir con agua bombeada desde los acuíferos. El descenso extraordinario del nivel que tendría lugar, por causa del bombeo, se recuperaría durante los años húmedos en que no sería necesario bombear; es lo que se denomina uso conjunto de aguas superficiales y subterráneas, una técnica hasta el momento muy poco aplicada en España. Los acuíferos deben constituirse en elementos claves en muchos lugares, ya que son muy flexibles para suministrar esa demanda punta que sólo se produce en determinados momentos del año (julio, agosto y Semana Santa), sin necesidad de construir nuevos embalses o sin sobredimensionar las plantas de desalación. La misma filosofía es aplicable a los años en que se produce sequía.
Los acuíferos que existen en España ocupan casi la mitad de la superficie del país y presentan un agua de excelente calidad
Los acuíferos que existen en España ocupan casi la mitad de la superficie del país y presentan un agua de excelente calidad, salvo en los casos excepcionales en que un acuífero se encuentra en conexión con formaciones geológicas salinas. De entre los veinte mil y treinta mil millones de metros cúbicos de agua que aportan anualmente, se utilizan unos seis mil millones para el riego de un millón de hectáreas y el abastecimiento de doce millones de personas.
Hasta hace algunos años, el principal peligro era el de la sobreexplotación, tal y como ha ocurrido en Murcia y Alicante desde la década de 1960. Se precisará del transcurso de décadas e incluso siglos para que estos acuíferos se recuperen, aunque se dejen de bombear, salvo que se aplique sobre los mismos la tecnología de la recarga artificial de acuíferos. La sobreexplotación no debe defenderse como un mal necesario, puesto que siempre es posible la explotación de un acuífero de manera sostenible. No obstante, en estos momentos existe una importante concienciación por parte de los agricultores sobre este fenómeno y la situación se encuentra bastante controlada. Por ello, el principal problema actualmente es la contaminación, debida a las malas prácticas agrícolas, especialmente por el incremento de la contaminación por nitratos.
Con todo ello, la mayoría de las personas que desarrollan su actividad y trabajan en el campo del agua subterránea coincide en que el gran problema es la falta de gestión
El gran problema es la falta de gestión, que se ve agravada por una legislación que no permite, en numerosos casos, la toma de medidas técnicas y administrativas adecuadas, que se ve agravada por una legislación que no permite, en numerosos casos, la toma de medidas técnicas y administrativas adecuadas.
Es preciso adoptar medidas tanto técnicas como de carácter legal, político y administrativo. Entre las primeras cabe citar la elaboración de perímetros de protección, la recarga artificial de acuíferos, el almacenamiento subterráneo con recuperación, el uso conjunto de aguas superficiales y subterráneas, y la investigación y explotación de acuíferos profundos. Entre las segundas cabe indicar que es necesario fomentar la creación y participación en la gestión del agua de las Comunidades de Usuarios. Asimismo es necesario que ciertas leyes o articulados se modifiquen, cambien o adapten lo más rápidamente posible a las nuevas demandas de la sociedad, especialmente las de tipo ecológico. Además, los recursos para el estudio y control de los acuíferos, tanto de tipo humano como económico, son insuficientes, aunque se está haciendo un gran esfuerzo por incrementarlos.
A los consumidores les diría que sean cuidadosos y responsables, puesto que muchos pocos hacen un gran mucho. Es importante que todos en nuestras casas, en nuestra oficina, en nuestra fábrica, en el colegio de nuestros hijos, en nuestros campos y jardines empecemos a adoptar y a aplicar técnicas y hábitos de ahorro de agua.
Por lo que respecta a nuestros responsables públicos, únicamente me gustaría decirle al ciudadano que tenga confianza y paciencia, pues se está estableciendo y generando una cultura de pacto y de diálogo social, no sólo en el ámbito de los usuarios, sino también de las principales fuerzas políticas, tanto estatales como autonómicas y locales, que permitirá llegar a un acuerdo en las directrices fundamentales que han de presidir la gestión del agua. Sin un acuerdo general en las cuestiones básicas del agua, difícilmente se podrán abordar y resolver los complicados e intrincados problemas que aquejan a la gestión de nuestras aguas.
El problema no es que el año que viene sea seco o húmedo. El problema está en disponer de las infraestructuras suficientes y de las medidas administrativas adecuadas para poder afrontar una sequía extrema desde una óptica de gestión eficaz y compatible con el medio ambiente. Desde el punto de vista del agua subterránea, dado que sabemos que la sequía nos visita periódica y regularmente cada ocho o diez años, se tiene que abordar un plan de sequía que determine la forma, cuantía y lugares en que los acuíferos pueden contribuir a paliar esta problemática recurrente. En este sentido, si se augura que el año que viene va a ser seco, se debería empezar ya trabajar en dicho plan al objeto de estar preparados para cuando llegue el mes de junio.