Es un hecho ya constatado que la primavera llega antes y el otoño se acaba más tarde que hace 50 años. Un análisis que publican ahora investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el último número de la revista «Science» demuestra que este cambio biológico afecta a su vez al cambio climático, mitigándolo o amplificándolo.
Así, el alargamiento del periodo de actividad de los árboles de hoja caduca puede tener efectos tanto de mitigación como de amplificación del calentamiento global, según este artículo. «Que la balanza se incline hacia un lado o hacia el otro dependerá de la disponibilidad de agua y de las características particulares de cada región del planeta», explicó el investigador del CSIC y firmante del trabajo Josep Peñuelas.
«Uno de los aspectos positivos de que los árboles mantengan las hojas durante más tiempo es que, mediante la fotosíntesis, pueden secuestrar más CO2, con lo que disminuyen la concentración de este gas de efecto invernadero en la atmósfera», señaló el investigador del CSIC. «Pero cuando las plantas captan CO2 expulsan agua en forma de vapor. Así, un requisito indispensable para que aumente la captación de carbono es que haya agua disponible en el suelo, lo que permite a los árboles mantener en marcha la máquina fotosintética», precisó Peñuelas.
Los bosques pueden acumular mucho vapor en las zonas húmedas, por lo que se forman nubes que refrescan el ambiente e incrementan las precipitaciones, en un proceso que se acentúa por el alargamiento de la presencia de las hojas. «En cambio, en regiones como las mediterráneas los árboles se ven obligados a frenar la actividad fotosintética durante los periodos de sequía estival por falta de agua. Esto hace que aunque reciban mucha radiación, no expulsen suficiente vapor de agua como para refrescar el ambiente y formar nubes, lo que influye en que el clima de la región sea más cálido. En esta situación, el alargamiento de la presencia de las hojas hace que la disponibilidad de agua disminuya aún más», indicó Peñuelas.
Aumento de compuestos orgánicos volátiles
Además, la mayor duración del periodo de actividad de las plantas también conlleva más emisiones de compuestos orgánicos volátiles (COV), lo que también puede tener efectos sobre el cambio climático. Los COV emitidos por las plantas forman aerosoles que reducen la radiación incidente y, además, pueden actuar como núcleos de condensación de nubes y por tanto refrescar el ambiente. No obstante, una emisión más elevada de COV provoca un incremento del ozono y del metano en la atmósfera, ambos gases también de efecto invernadero.
De cualquier forma, los autores del trabajo afirman que aún hay muchos aspectos desconocidos sobre cómo el ciclo de la vida de las plantas afecta al clima, sobre todo al local y regional, por lo que reclaman más estudios en esta dirección. «Mejorar el conocimiento sobre los efectos de esta alteración de las estaciones permitirá mejorar los modelos climáticos, haciendo que las predicciones sean más precisas», concluyó el investigador del CSIC.