Bélgica acaba de inaugurar en el este de la Antártida la primera base científica del continente helado que no emite gases contaminantes a la atmósfera. Y es que la base Princesa Isabel funciona única y exclusivamente con energía solar y eólica.
Con este proyecto pionero, sus creadores quieren poner de manifiesto que las energías renovables son viables incluso en los lugares más fríos y remotos del planeta. «Si podemos construir una base de estas características en la Antártida, también podemos hacerlo en cualquier otro lugar del mundo. Tenemos la capacidad, la tecnología y el conocimiento para cambiar el mundo», afirmó Alain Hubert, principal responsable de esta iniciativa.
Instalar paneles solares y molinos de viento en un lugar tan inhóspito como la Antártida ha supuesto un verdadero reto. Pero los impulsores de esta base antártica «verde», que ha tardado dos años en construirse, afirman que el esfuerzo ha merecido la pena, puesto que los paneles pueden recoger una cantidad de energía en un año equivalente a la que puede captarse en muchos lugares de Europa.
Los paneles solares, instalados en la estructura del edificio, garantizan el suministro de electricidad y agua caliente. Además, las ventanas están diseñadas de forma que dejen escapar el mínimo de energía. Asimismo, la base aplica una serie de microorganismos para permitir la reutilización de aguas residuales de las duchas y los aseos hasta cinco veces. Los molinos eólicos que se han instalado en las cercanas montañas de Utsteinen también proporcionan energía «limpia».
Durante la inauguración del edificio, Jean-Pascal van Ypersele, vicepresidente del Panel de Expertos de la ONU sobre Cambio Climático (IPCC, sus siglas en inglés), alertó de que si no se reducen las emisiones contaminantes entre un 50% y un 85% para la mitad de este siglo, las consecuencias para la humanidad pueden ser desastrosas.