Diversos proyectos demuestran que, con un sobrecoste con respecto a los actuales de apenas un 10% o un 15%, y el uso de las técnicas ya existentes en el mercado, se puede ahorrar hasta el 65% del gasto de calefacción de una casa convencional y un 60% en agua caliente. Sólo hay que usar el clima y añadir la tecnología. Ésta última, ofrece cada vez más respuestas a las necesidades.
«La arquitectura bioclimática no es otra cosa que la racionalización de todo el proceso constructivo, es decir, tener en cuenta el coste global, desde cómo se construyen los materiales, su transporte o, incluso, su coste ambiental cuando acabe su vida útil y deban volver a la naturaleza», resume el arquitecto Francisco Valbuena, miembro de Arquitectos sin Fronteras, una ONG que colabora en tareas de cooperación en el campo de la arquitectura, el urbanismo, las infraestructuras, la edificación y el medio ambiente en zonas desfavorecidas.
«Aspectos medioambientales (como la situación respecto al sol, uso de corrientes de aire), la elección de los materiales y los sistemas energéticos han sido y serán siempre las claves de un urbanismo sostenible», resume María Jesús González, también arquitecto. Las energías renovables cumplirán de largo el compromiso de la Ley de Sector Eléctrico de generar un 12% del total nacional antes de 2010. Frente a su notable presencia, su traslado al uso arquitectónico es escaso.
La máxima médica de «más vale prevenir» también debería ser aplicable en las viviendas, ya que «lo más rentable es intervenir previamente para reducir la demanda inicial de los edificios». Para los expertos, la realidad ofrece un panorama de despilfarro energético, «un desaire generalizado» hacia directivas europeas y conclusiones y compromisos de los foros de aprovechamiento energético.
En palabras de Carlos Expósito, director de Nueva Edificación y Mantenimiento de la Empresa Municipal de la Vivienda de Madrid, «los sobrecostes, en gran parte inevitables, hacen poco atractivos los criterios ambientales a la promoción privada, caracterizada por su conservadurismo tecnológico y una visión económica a corto plazo, que no encuentra aún rentable asumir ningún sobrecoste que no pueda incrementar un precio de venta, ya inflado al límite, y que sólo aumentará la factura energética del usuario».
En España, el país más soleado de Europa, el uso bioclimático en la construcción es casi nulo. Frente a países como Grecia, que lideran esta política, España está a la cola. Excepto pequeños proyectos, casi siempre individuales, resulta difícil encontrar «edificios bioclimáticos». «Es otro tópico a desterrar. Los criterios bioclimáticos deberían ser los mismos para un edificio de viviendas o para un chalé», asegura María Jesús González. «Aumenta la conciencia medioambiental, pero falta la del dinero. La escasa demanda hace que los costes de materiales aún sean caros», explica el presidente de Arquitectos Sin Fronteras, Jorge Silva.