El estado de la biodiversidad mundial está peor que nunca. Así de categórica se muestra la ONG conservacionista WWF en su último informe Planeta Vivo. Especies como mamíferos, aves o peces se han reducido a la mitad en cuatro décadas, y en algunos casos, como las especies de agua dulce, los datos son aún más alarmantes. El estudio analiza también la huella ecológica global, que indica que la presión de la humanidad sobre la naturaleza es cada vez mayor y sobrepasa desde hace años la capacidad de recuperación del planeta. A pesar de estos datos, los autores del estudio ofrecen soluciones porque consideran que todavía se está a tiempo de cambiar las cosas. Este artículo señala que la biodiversidad se reduce, la huella ecológica aumenta y posibles soluciones frente a ello.
La biodiversidad se reduce
El Informe Planeta Vivo de WWF, un trabajo científico bienal que documenta desde 1996 el estado del planeta, la biodiversidad, los ecosistemas y la demanda de recursos naturales de la humanidad, muestra en su última edición de 2014 varios datos preocupantes.
En menos de dos generaciones humanas, el tamaño de las poblaciones de animales vertebrados se ha reducido a la mitadEl Índice Planeta Vivo (IPV), que mide las tendencias de 10.380 poblaciones de 3.038 especies de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces, ha disminuido un 52% entre 1970 y 2010. Como indica en el prólogo del informe el director general de WWF Internacional, Marco Lambertini, «en menos de dos generaciones humanas, el tamaño de las poblaciones de animales vertebrados se ha reducido a la mitad. Estas formas de vida constituyen el tejido de los ecosistemas que sustentan la vida en la Tierra, y son el barómetro indicador de lo que le estamos haciendo a nuestro propio planeta, nuestro único hogar».
Las especies de agua dulce son las que salen peor paradas. Su IPV ha disminuido un promedio del 76%. La pérdida y fragmentación de hábitats, la contaminación y las especies invasoras son sus principales amenazas, sin olvidar los cambios en los niveles de agua y la conectividad del sistema acuático, como el riego y las presas hidroeléctricas.
El IPV de las especies terrestres y marinas disminuyó un 39% en ambos casos. Para las especies terrestres, la pérdida de hábitats para usos humanos, en especial la agricultura, el desarrollo urbano y la producción de energía siguen siendo una gran amenaza, agravada por la caza. Para las especies marinas, los descensos más acentuados han sido en los trópicos y en el Océano Antártico. Las tortugas marinas, muchos tiburones y grandes aves marinas migratorias, como el albatros viajero, son algunas de las especies marinas más afectadas.
El informe señala también que la reducción de la biodiversidad afecta tanto a las regiones templadas como a las tropicales, aunque en estas últimas es mayor. El IPV templado muestra una disminución del 32% en 6.569 poblaciones de las 1.606 especies analizadas, frente al 56% del IPV tropical en 3.811 poblaciones de 1.638 especies. Miguel Ángel Valladares, director de comunicación de WWF España, destaca que «los países más pobres, que son los más ricos en biodiversidad, son los que más pierden, y en concreto, en Latinoamérica, donde el IPV se reduce en más de un 80%.»
Los autores del estudio apuntan a la pérdida de hábitats y la caza y la pesca como las principales causas, sin olvidar al cambio climático, una amenaza que «ejercerá con probabilidad mayor presión sobre las poblaciones en el futuro».
La huella ecológica aumenta
El último informe Planeta Vivo destaca que la huella ecológica a nivel global continúa en aumento. Durante más de 40 años, la presión de la humanidad sobre la naturaleza ha excedido la capacidad de recuperación del planeta: Se necesitaría la capacidad regenerativa de 1,5 planetas Tierra para brindar los servicios ecológicos usados cada año. De seguir a este ritmo, en 2030 se necesitarán dos planetas y en 2050, tres. Aunque los avances tecnológicos han disparado el rendimiento de las zonas productivas, el aumento de la población humana (ha pasado de 3.100 millones de personas en 1961 a casi 7.000 millones en 2010) ha provocado la reducción de la biocapacidad per cápita (el área disponible por persona para mantener el consumo de los recursos naturales y absorber las emisiones de CO2).
El componente dominante de la huella ecológica durante más de medio siglo ha sido el CO2 emitido por la quema de combustibles fósiles, que no ha dejado de crecer: en 1961 representaba el 36% de toda la huella ecológica de la humanidad, mientras que en 2010 alcanzó el 53%.
La huella ecológica varía entre naciones. Si todas las personas del planeta tuviesen la de un residente de Qatar, se necesitarían 4,8 planetas, o 3,9 planetas si fuese un residente tipo de Estados Unidos. En España, según Valladares, la huella ecológica «está por encima de la media, pero es pequeña en comparación con los ‘reyes’ (Qatar, Kuwait y Emiratos Árabes), que consumen cinco o seis veces su superficie. España ocupa el puesto 40º de todos los países del mundo analizados. La huella de los cultivos y de la pesca son las que más peso tienen ahora».
Posibles soluciones
El informe no quiere quedarse en los datos negativos, sino que hace hincapié en las soluciones, subraya el director de comunicación de WWF España, «porque pensamos que todavía estamos a tiempo». Para ello, sus autores proponen cinco puntos básicos en los que gobiernos, empresas y ciudadanos pueden aportar:
- Preservar el capital natural: restaurar los ecosistemas dañados, detener la pérdida de hábitats prioritarios y expandir de forma significativa las áreas protegidas.
- Producir mejor: reducir bienes y desperdicios, gestionar los recursos de manera sostenible y aumentar la producción de energía renovable.
- Consumir de manera más inteligente: adoptar estilos de vida de bajo impacto en la huella ecológica y patrones de consumo de alimentos más saludables, y usar energía sostenible.
- Reorientar los flujos financieros: valorar la naturaleza y los costes ambientales y sociales, apoyar y recompensar la conservación, gestionar los recursos de manera sostenible e innovadora.
- Gobernanza equitativa de recursos: compartir los recursos disponibles, tomar decisiones justas y ecológicamente informadas, y medir el éxito más allá del PIB.