Un acuerdo alcanzado en la Convención de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre Biodiversidad (COP10) de Nagoya (Japón) incluye el compromiso de poner bajo protección, hasta 2020, el 17% de las áreas terrestres y el 10% de las áreas marinas del planeta. Los negociadores de los 193 países que participaron en la reunión de Nagoya también lograron consensuar un protocolo sobre el uso y distribución equitativa de los beneficios derivados de los recursos genéticos (ABS y varios aspectos relativos a la financiación de los objetivos.
El protocolo ABS busca gestionar el acceso y uso de los recursos genéticos, que según la ONU son el «material hereditario con valor económico, científico o social contenido en las especies», como en las plantas y microorganismos localizados en territorios indígenas de México o de los países amazónicos.
El encuentro de Nagoya se alargó varias horas más de lo previsto por los intensos debates para acercar posturas sobre un plan general para preservar la biodiversidad en el periodo 2011-2020. Aunque el texto general pudo aprobarse, algunos países matizaron no estar de acuerdo con todos los documentos, entre ellos Cuba, que señaló que no se opondría al consenso. Bolivia también dio su apoyo para no obstaculizar la aprobación, pero enfatizó que el protocolo sobre recursos genéticos «no recoge de manera plena las opiniones de algunos pueblos».
El asunto de la financiación de los objetivos también prolongó la reunión, pero al final se logró un consenso. Antes del acuerdo final, los negociadores de la COP10 aprobaron varios textos referidos a la conservación de la diversidad biológica de las montañas, de las aguas continentales, de las tierras áridas y subhúmedas, entre otras cuestiones. Algunos de los documentos se adoptaron con desacuerdos, entre ellos, el relativo a la taxonomía.