China se convirtió en 2005 en el primer país del mundo emisor de sustancias contaminantes al liberar a la atmósfera 25,49 millones de toneladas de dióxido de azufre, un 27% más que en 2000. De ellas, 21,6 millones de toneladas tuvieron su origen en la producción industrial, y 3,89 millones en el ámbito doméstico.
El llamado «milagro económico» chino ha supuesto un tremendo impacto ecológico para el país. A consecuencia de la rápida urbanización y del descontrolado consumo de energía, la lluvia ácida afecta ya a un tercio de la superficie nacional, incluyendo vastas extensiones de cultivos, y a la mitad de sus 696 grandes ciudades.
Durante el último año, el aumento de la lluvia ácida ha sido especialmente alarmante en Pekín y en el nordeste del país. «La frecuencia se ha incrementado hasta más de un 20% e incluso el 50% en Pekín, Tianjin, Hebei y algunas zonas de Henan», explica el meteorólogo Zhang Xiaochun.
Tales datos demuestran el fracaso del Gobierno por evitar que este fenómeno afecte a la capital china, donde el valor del pH del agua de lluvia estaba en 2004 por debajo del 5,6, el límite para ser catalogada como ácida. El año pasado, dicho nivel de acidez cayó estrepitosamente hasta el 4,9, lo que ha hecho saltar todas las alarmas.
Otra de las causas principales de la preocupante contaminación que afecta al gigante asiático es la quema de carbón para producir electricidad, ya que el año pasado se registró un incremento de 800 millones de toneladas. De ellas, 500 millones fueron a parar a las plantas térmicas.