La ciencia meteorológica es de gran utilidad en ámbitos como la agricultura, el transporte, la salud, el turismo o la prevención de riesgos. La Organización Meteorológica Mundial (OMM), reunida esta semana en Madrid, destacó ayer los réditos socioeconómicos que reporta la predicción del tiempo, necesaria más que nunca ante las amenazas del cambio climático.
Michael Jarraud, secretario general de la OMM, dijo que «un euro invertido en medidas de preparación para los riesgos asociados con el tiempo, el clima y el agua puede evitar que se tengan que desembolsar siete euros en gastos relacionados con los desastres».
Según Jarraud, la investigación y la tecnología en el área meteorológica representan «una inversión y no un gasto», que se mide también en vidas humanas: cuantos más fondos se le dedican, menos muertes se registran en todos los continentes. Entre 1956 y 2005, por ejemplo, el número de desastres de origen meteorológico, climático e hidrológico se multiplicó por diez; sin embargo, gracias a los pronósticos cada vez más certeros, el número de víctimas mortales pasó de 2,66 millones entre 1956 y 1965, a 0,22 millones en la última década.
Cabe destacar además que en 2004, colectivos de agricultores de Zimbabwe que planificaron sus cosechas con las predicciones de «El Niño» en la mano, obtuvieron unos rendimientos un 18,7% mayores.
En EE.UU. los proveedores de electricidad ahorran al año 166 millones de dólares con el uso de pronósticos de temperatura para las 24 horas del día. Y en 2002, la gran tormenta de polvo que recorrió parte de Asia obligó a cerrar 4.000 escuelas y dilapidó miles de horas de trabajo. Tres años después, gracias a las alertas emitidas por la administración meteorológica coreana ante un fenómeno similar, las empresas instalaron filtros que les permitieron seguir trabajando, y los niños se quedaron en casa sin riesgo.