Los bosques de montaña guardan la calidad del agua y mantienen el régimen de flujo natural de ríos y arroyos. Pero los bosques de neblina que existen en algunas zonas montañosas del planeta además de cumplir este rol, proporcionan beneficios hidrológicos adicionales. Así lo pone de manifiesto un informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) centrado en los bosques de neblina de Asia, América Latina y África, que ha sido presentado en el marco de la séptima Conferencia de las Partes del Convenio de Diversidad Biológica, que se celebra hasta el próximo día 20 en Kuala Lumpur (Malasia). El debate en estos primeros días de reunión se ha centrado precisamente en la necesidad de conservar lo que son «las torres de agua del mundo», los bosques de montaña, especialmente los de neblina.
Y es que estas selvas nubladas, que sólo cubren 400.000 kilómetros cuadrados o, lo que es lo mismo, menos del 2,5% de los bosques húmedos tropicales del planeta, son piezas clave para asegurar el suministro de agua limpia en muchas zonas, sobre todo durante las estaciones secas, gracias a su habilidad para captar la humedad de las nieblas.
Así, los bosques del Parque Nacional de La Tigra, en Honduras, proporcionan más del 40% del agua que consumen los 850.000 habitantes de la capital, Tegucigalpa. Otras ciudades donde estos bosques aportan una cantidad significativa de agua son Quito (Ecuador), Ciudad de México y Dar Es Salaam (Tanzania). Todo el agua utilizada por la capital de Tanzania en la estación seca para beber y para energía eléctrica se origina en las selvas nubladas de las montañas del Uluguru.
Especies únicas
El informe pone énfasis en que la conservación y restauración de estos bosques no es sólo un problema de amor a la naturaleza, sino que es de una importancia económica crucial para millones de personas en el mundo en desarrollo. Además, las condiciones únicas que se dan en estos bosques hacen de ellos lugares ideales para el refugio de especies que no se encuentran en ningún otro sitio en el mundo. Es el caso del oso de anteojos andino, los gorilas de montaña de África y el Quetzal, símbolo nacional de Guatemala.
La alta concentración de especies endémicas se subraya en los bosques de niebla andinos. Así, en Perú, más del 30% de las 272 especies de mamíferos endémicos, aves y ranas se han encontrado en estos ecosistemas. Hasta en pequeños ejemplos de estos bosques se puede esconder una gran variedad de formas de vida. Por ejemplo, la sierra Centinela de Ecuador tiene alrededor de 90 especies endémicas de plantas en un área forestal de apenas 20 kilómetros cuadrados. Además, nuevas especies son descubiertas continuamente en estos paraísos vegetales.
Sin embargo, la particularidad de capturar la humedad a partir de la condensación de las nubes, hace a estos hábitats particularmente sensibles al cambio climático. Según Philip Bubb, coautor del estudio del PNUMA, si las temperaturas aumentan en un grado centígrado en las llanuras, equivaldría a dos grados en las montañas, lo que puede conducir a una elevación de las nubes y, por tanto, a que los bosques de neblina se sequen. Pero una amenaza a más corto plazo es la tala para ganar terreno agrícola.