Los conocimientos ancestrales de tribus que habitan en las márgenes de los desiertos africanos son cruciales en las estrategias para frenar el deterioro de esos ecosistemas. Así lo han entendido los responsables de un nuevo programa mundial de Naciones Unidas contra la desertización, que incluye proyectos piloto en nueve países subsaharianos (Botswana, Burkina Faso, Kenia, Mali, Namibia, Níger, Senegal, Sudáfrica y Zimbabwe), pues es en el continente africano donde la desertización se convierte en uno de los problemas ambientales más graves. No en vano, la preservación de la fertilidad de los suelos es clave para lograr la seguridad alimentaria en África, donde varios países sufren el espectro del hambre.
Los expertos pretenden utilizar los conocimientos de los nómadas africanos, que han vivido en las márgenes de los desiertos durante miles de años, para prevenir una mayor degradación de la tierra. «Hasta ahora, no habíamos capitalizado esa experiencia. Ellos saben muy bien cómo conservar parte de la biodiversidad, porque conocen íntimamente la tierra y el ambiente», dijo Saidou Koala, coordinador mundial del proyecto. «El análisis combinará el trabajo de los mejores científicos con las aportaciones de las comunidades locales rurales».
Asentamiento permanente
En el pasado, muchos expertos consideraban primitivas las formas tradicionales de vida, y en consecuencia algunos gobiernos presionaron a las tribus nómadas para que se establecieran en lugares fijos y se modernizaran. Además, la disponibilidad de alimentos estimuló a las tribus a asentarse, pero esto agravó el problema de la deforestación debido a la sobreexplotación de árboles y plantas para obtener leña, forraje y materiales de construcción. Esto es, el abandono del nomadismo y el asentamiento permanente de muchas tribus ha traído la sobreexplotación de recursos, como el agua y la vegetación. El impacto de los asentamientos humanos y del ganado endureció y compactó los suelos, dificultando la penetración del agua de lluvia, que además tiende a ser cada vez más escasa por el efecto del cambio climático.
«Ellos están percibiendo que la degradación ambiental está relacionada con el olvido de ciertas prácticas indígenas, y por eso decidieron retomarlas formando comisiones de administración ambiental en algunas áreas», explica Henry Cheruiyot, subdirector del Instituto de Investigaciones Agrícolas de Kenia. Cheruiyot está a cargo de la división de tierras áridas y ha trabajado con grupos nómadas de Kargi, Marsabit, en el noreste de Kenia. Los conocimientos de los nómadas pueden proveerles sustentos alternativos. Por ejemplo, los de Kargi utilizan hierbas y árboles locales para tratar enfermedades de su ganado.
De manera similar, en Mali, un estudio piloto demostró que la plantación de árboles para forraje cerca de las ciudades reduce la presión sobre los bosques cercanos y ayuda a aumentar los ingresos de las comunidades.
En los próximos cinco años, la ONU planea invertir 50 millones de dólares para elaborar programas de acción contra la desertización, junto con tribus africanas. Los programas se utilizarán como modelo para recuperación y conservación de suelos en otras partes de África. Según el último informe para África del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el 46% de las tierras africanas son vulnerables a la desertización, y 22 millones de personas viven en zonas vecinas a desiertos, las más vulnerables a ese fenómeno.