La presencia de tiburones blancos en el Mediterráneo ha disminuido casi un 50% en los últimos diez años, aunque es difícil precisar su censo por la dificultad que existe para localizarlos, según explican investigadores del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea), dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Para Gabriel Morey, ictiólogo del departamento de Recursos Naturales del Imedea, esta disminución -especialmente grave en el Adriático, donde se calcula que el descenso es del 80%- puede deberse a la escasez de alimentos por la sobreexplotación pesquera, y a la alteración del hábitat como consecuencia de la contaminación del agua.
El tiburón blanco, también conocido como jaquetón, habita en aguas templadas y subtropicales, sobre todo en las costas de Australia y California, aunque también pueden encontrarse ejemplares en el Mediterráneo, sobre todo en el Canal de Sicilia y en las costas baleares. En España abundan más otras especies como el tiburón ángel, el tiburón peregrino, el pintarroja o el marrajo.
Un profesor del mismo departamento que Morey, Joan Moranta, indica que calcular con exactitud el número de ejemplares que existen en el Mediterráneo «es muy complicado» porque su localización es muy difícil y sólo son «visibles» cuando quedan atrapados accidentalmente en las redes de los pescadores durante la almadraba. Esto sólo sucede con los ejemplares adultos, que se alimentan de peces grandes como el atún, ya que los jóvenes ingieren peces más pequeños y gracias a eso se mantienen alejados de las zonas de almadraba.
Según Moranta, la contaminación y el calentamiento del agua a causa del cambio climático «parecen ser» otras de las causas de la disminución de esta especie en el Mar Mediterráneo.