La pobreza, las enfermedades y el deterioro ambiental amenazan la estabilidad mundial

Un estudio del Instituto Worldwatch pone de manifiesto la dimensión de los cambios que está sufriendo el planeta
Por EROSKI Consumer 23 de mayo de 2003

La pobreza, las enfermedades y el deterioro del medio ambiente son las principales amenazas para la estabilidad mundial, según concluye el informe «Signos Vitales 2003» del Instituto Worldwatch presentado ayer. «El fracaso en la reducción de la pobreza contribuye ahora a la inestabilidad global en forma de terrorismo, guerra y enfermedades contagiosas», dijo Michel Renner, director del proyecto «Signos Vitales».

Y es que algunas de las cifras que recoge el estudio aportan la dimensión de los cambios que está sufriendo el planeta. Así, las enfermedades infecciosas mataron el año pasado dos veces más personas que el cáncer en todo el mundo; casi el 25% de los 50 conflictos armados en años recientes han involucrado una lucha por el control de recursos naturales, y en el mundo existen 50 millones de refugiados «ambientales» damnificados por sequías, inundaciones y la construcción de presas.

El informe «Signos Vitales 2003» cubre en sus 150 páginas áreas como las tendencias en la alimentación, la energía y la atmósfera, la economía, los transportes y comunicaciones, la salud y las guerras.

Más diferencias

El estudio del WorldWatch indica que en 1960 el producto interior bruto «per cápita» de los 20 países más ricos era 18 veces más alto que el de los 20 países más pobres. Hacia 1995 la diferencia entre ricos y pobres había aumentado más del doble: el ingreso «per cápita» de los pudientes era 37 veces más alto que el de los indigentes.

Entre 1980 y fines de los años 90 -cuando se aplicaron con más entusiasmo en los países pobres las políticas de «ajuste estructural»-, las desigualdades entre ricos y pobres «también aumentaron en 48 de los 73 países de los cuales se tienen datos fiables».

En esos 48 países vive el 59% de la población mundial, y las desigualdades van más allá del mero ingreso «per cápita», pues se extienden a la salud y la educación, «dos indicadores del bienestar que revelan crudas diferencias entre los que tienen y los que no tienen».

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