La oruga procesionaria, una plaga muy común en los pinos españoles, podría extenderse cada vez más en las ciudades. Las suaves condiciones del invierno propician que este insecto prolifere y cause importantes daños en pinares, urticarias o alergias en humanos y animales domésticos. Evitar tocarlas, poner en marcha actuaciones preventivas antes de que la infestación sea masiva o utilizar los métodos habituales de los profesionales de control de plagas son algunas de las medidas recomendadas.
La plaga procesionaria, del monte a la ciudad
La procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa Schiff) debe su nombre común a que en su estado de oruga se desplaza en grupo de forma alineada. Es una de las pesadillas de los bosques de pinos (también de cedros, cipreses y abetos, pero en menor medida) y su presencia en las ciudades empieza a ser más habitual. Así lo señala la Asociación Nacional de Empresas de Control de Plagas (ANECPLA). Su directora, Milagros Fernández de Lezeta, revela que afecta a todo el territorio peninsular y Baleares al comienzo de la primavera. En Cataluña se la conoce como «cuc de pi», en País Vasco como «piñu-mozorro» y en Teruel, como «sirganos».
La extensión de la procesionaria podría ser cada vez mayor en los próximos añosComo este invierno ha sido mucho más suave y seco, la procesionaria ha prosperado y ha adelantado su llegada. Fernández de Lezeta explica que también se encuentra en las especies arbóreas de las zonas urbanas, en parques, jardines, colegios, urbanizaciones y áreas residenciales.
Algunos expertos prevén incluso una extensión más generalizada de esta plaga en las grandes ciudades. Según Alain Roques, del Instituto Nacional de Investigación en Agricultura de Francia, París podría estar «colonizada» en 2025 y el alcance para España podría ser «parecido».
Juan Carlos Iturrondobeitia, profesor de Zoología y Biología Celular Animal de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU), matiza que «puede ocurrir en algunas ciudades europeas con grandes parques de muchos pinos, si las infestaciones en los bosques de alrededor fueran muy masivas. No lo podemos saber con seguridad, pero si los inviernos continúan benignos, es posible».
Efectos negativos de la procesionaria
Los efectos medioambientales y sanitarios de una plaga de procesionaria pueden ser importantes, como enumera Iturrondobeitia. Las larvas (orugas) se alimentan de las partes tiernas del pino y provocan que el árbol pierda vigor y capacidad productiva. Con el desarrollo de las larvas, los daños se hacen más visibles y se puede llegar a una defoliación severa.
En cuanto a su impacto negativo en la salud, las orugas (en sus estados 4º y 5º, sobre todo) producen en humanos urticarias y alergias cuando se ha tenido contacto con ellas. En individuos con alta sensibilidad, las reacciones pueden ser graves.
Fernández de Lezeta añade que puede causar dermatitis, sarpullidos, erupciones, lesiones oculares, e incluso, problemas respiratorios. En animales domésticos (perros en especial), puede ser «muy tóxica». Inflamación del hocico y cabeza, picores intensos en las partes afectadas y abundante salivación son algunos de los síntomas. Sobre el resto de la fauna, Iturrondobeitia no cree que produzca daños y sobre la flora urbana, salvo las coníferas, tampoco.
Cómo evitar sus daños
Si se tiene cerca una plaga de procesionaria, lo primero es evitar tocarlas, en especial los niños, perros o personas sensibles. Cada oruga tiene cerca de medio millón de pelos urticantes (tricomas) y contiene sustancias que podrían causar alergias concretas a este tipo de insecto.
El profesor de la UPV-EHU subraya que lo mejor es prevenir y concienciar a forestalistas y administración para evitar que se convierta en plaga. Para ello se pueden utilizar métodos de control biológico (favorecer a los depredadores naturales, etc.), pero en etapas de desarrollo preplaga de la oruga, porque es difícil controlar una infestación masiva.
La directora de ANECPLA explica que los métodos habituales de las empresas profesionales de control y prevención de plagas son la destrucción de los bolsones, el empleo de trampas de feromonas, la instalación de barreras físicas o el empleo de productos químicos. Por su parte, las administraciones públicas establecen de forma periódica medidas de prevención y control en bosques y zonas públicas de las ciudades.