Miles de focas se preparan para morir en las costas de Canadá. Los cazadores han acudido hoy puntuales a la apertura de la veda en el sur del golfo de San Lorenzo y en el estrecho de Belle Isle (entre Québec, Terranova y Labrador), que este año concluirá a mediados de abril y que se saldará con la muerte de 275.000 animales.
Para tratar de lavar la imagen de esta campaña, que ha sido calificada de «inhumana» por el comisario europeo de Medio Ambiente, Stavros Dimas, el departamento canadiense de Pesca y Océanos, el mismo que fija las cuotas y la apertura de la veda, ha marcado nuevas reglas para la cacería. Así, los cazadores deberán asegurarse antes de despellejar al animal de que está realmente muerto -y no sólo inconsciente por los palos o disparos recibidos en la cabeza-, cortando las arterias bajo sus aletas.
Este matiz ha provocado aún mayores criticas si cabe por parte de las organizaciones ecologistas. No en vano, dicen que ello supone un reconocimiento del atroz sufrimiento añadido que han tenido que soportar los animales durante el momento de la caza.
Crías de menos de tres meses
La matanza se ceba con las crías de menos de tres meses de vida de focas arpa y encapuchada. Son más fáciles de matar y su piel es más apreciada en el mercado. En 2006 su cotización estaba entre 50 y 70 euros por unidad, a lo que hay que sumar lo que se obtiene por la venta del aceite. Sin embargo, las autoridades canadienses insisten en que la industria está en crisis para aumentar la cuota.
La de este año, 275.000 animales, es superior a la del pasado en 5.000 ejemplares, pero inferior a la de otros años, como los 335.000 que se mataron en 2006. Y es que el cambio climático se ha convertido en un aliado para las focas. La presión de los ecologistas por la escasez de hielo debido a los efectos del calentamiento global en el Atlántico noroccidental llevaron a las autoridades canadienses a reducir la cuota de caza el año pasado.
En nueve de los últimos 11 años la capa de hielo siempre se ha situado por debajo de la media desde los años 70. Esta falta de hielo ha empujado a las crías hacia el océano antes de tener la fuerza necesaria para nadar grandes distancias. «Un amplio porcentaje de crías de foca nacidas en el noroeste atlántico están muriendo a medida que su hábitat es destruido. No podemos permitir que los supervivientes de este desastre ecológico sean masacrados después para producir artículos de moda», dijo Rebeca Aldworth, de la Sociedad Protectora de Animales de Estados Unidos.
Este panorama no se corresponde con las cifras aportadas por el Gobierno canadiense, que fija en 5,8 millones los ejemplares de focas en la actualidad, tres veces más que en los años 60. Según el Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW, por sus siglas en inglés), desde 1995 la cuota de caza ha ido aumentando, a la vez que el hielo ha ido disminuyendo progresivamente.