Investigadores de la Universidad de Granada (UGR) han descubierto que las águilas perdiceras construyen nidos alternativos con repelentes naturales para evitar los parásitos y tener así la posibilidad de criar más pollos, según informó la Plataforma SINC. Los expertos han llegado a registrar hasta 22 nidos de una misma pareja de águila perdicera en un radio de 300 metros.
La construcción del nido para cualquier ave supone un gasto energético muy elevado, pero para las águilas el esfuerzo es aún mayor porque sus nidos pueden medir casi dos metros de diámetro y a veces tienen que realizar cientos de viajes para reunir el material necesario para su edificación.
Averiguar la razón por la que esta ave, en peligro de extinción en España, construye tantos nidos es una información relevante para contribuir a su conservación. La investigación de la UGR, realizada entre los años 1994 y 2004, pone en tela de juicio cuatro hipótesis, dos de las cuales -la lucha contra los parásitos y la competitividad con otras aves-, parecen tener más peso para explicar este fenómeno.
«El uso alternativo de distintos nidos y de plantas con repelentes naturales para su construcción ayuda a evitar los parásitos, cuyas larvas permanecen en los nidos esperando la llegada de las aves en una nueva temporada de cría. Bajo esta perspectiva, aquellas parejas que más cambian de nido y usan más plantas con efecto insecticida, tienen menos parásitos en los mismos y son capaces de criar más pollos», explica Diego Ontiveros, autor principal del estudio.
Repelente de pino
Los investigadores centraron su estudio en 20 parejas de águila perdicera que habitan la zona este de Andalucía. El entorno de las aves ha sido determinante para entender la interacción entre el cambio frecuente de nido, el éxito en la reproducción y el material utilizado para la construcción del mismo, en este caso el follaje de los pinos. Según los científicos granadinos, las águilas son capaces de seleccionar determinadas especies de pino para la construcción de sus nidos y «cuanto más alto es el porcentaje de follaje de pino utilizado, menor es el porcentaje de insectos y mayor es el éxito reproductor».
El estudio revela cómo la presencia de las larvas en los nidos ha modificado evolutivamente las estrategias inmunológicas, de comportamiento y fisiológicas de las aves para reducir el efecto de los parásitos. Los insectos han predispuesto a las águilas incluso a evitar reutilizar los nidos donde las larvas se han desarrollado. Al cambio de nido entre años, se añade el hecho de que las águilas estudiadas «seleccionan un determinado tipo de plantas, el pino resinero, que contiene un repelente natural contra los insectos, el B-pineno», revela Ontiveros.
La segunda hipótesis desarrollada por los investigadores es que las águilas cambian de sitio de nidificación cuando sus nidos han sido ocupados por otra especie, son molestadas o atacadas. Durante el periodo de observación, el 30% de las parejas estudiadas se benefició de la existencia de nidos alternativos ante circunstancias de este tipo.
Por otra parte, los datos recopilados contradicen el uso de nidos como «señales de territorialidad», para evitar la entrada de competidores en el territorio, y como «nidos de frustración», que se construirían tras fracasar las parejas en la cría de los pollos. Los investigadores descartan estas hipótesis planteadas hace años por observaciones aisladas. En primer lugar, porque «los nidos alternativos están casi todos concentrados en menos del 1% del territorio de las parejas», y, segundo, porque las que fracasan en la cría construyen nidos nuevos «en la misma proporción» que las que sacan pollos, apunta Ontiveros.