Las arañas se han revelado como piezas esenciales para la regeneración de la vida tras un incendio forestal, ya que son unos de los primeros colonizadores de estos espacios arrasados y con su presencia permiten la llegada de nuevas especies de animales y plantas.
Según el director del Departamento de Entomología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, Alberto de Castro, «las arañas cumplen una importante función» tras los incendios, porque aunque las especies autóctonas, más especializadas, mueren por efecto de las llamas, nada más apagarse los rescoldos del fuego «hay un batallón de arañas oportunistas» que acuden al bosque quemado.
Esto se debe a que los arácnidos «se dispersan muy bien» porque, aunque no vuelan, hacen «parapente». Para ello, «suben a un lugar alto, donde hay corrientes de aire, emiten un pequeño hilo de seda que hace las veces de vela y planean con ella, desde unos metros, que es lo más habitual, hasta cientos de kilómetros».
El biólogo, que ha conseguido una beca para estudiar la ecología de las arañas en los bosques templados de Kentucky (EE.UU.), precisa que gracias a esta técnica las arañas colonizan islas y otros lugares distantes o calcinados por el fuego. Llegan a los bosques arrasados a la vez que algunos insectos muy poco exigentes que les sirven de comida, lo que les permite prosperar y ser, a su vez, alimento de aves, reptiles, anfibios y pequeños mamíferos, que dispersan semillas y polen, facilitando la entrada de nuevas especies en el ecosistema y su recuperación. «Las arañas no regeneran el bosque, pero contribuyen a que empiece la vida de nuevo porque son muy resistentes», matiza De Castro.