Tras una sequía que las había reducido a apenas unos hilos de agua, las cataratas del Iguazú, en Argentina, reciben estos días a numerosos visitantes que llegan para contemplar estos famosos saltos de agua, que han recuperado ya su situación anterior.
Localizado en el extremo nordeste de Argentina, en la provincia de Misiones, el parque cubre una superficie de 67.000 hectáreas de selva paranaense y su corazón atesora las imponentes cataratas que forma el río Iguazú unos 20 kilómetros antes de su desembocadura en el río Paraná. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró al lugar Patrimonio Natural de la Humanidad en el año 1984.
El año 2006 finalizó «con un récord de un millón de visitantes y en lo que va de este año el nivel de afluencia es similar», dijo Héctor Espina, presidente del directorio de la Administración de Parques Nacionales de Argentina. «Creemos que finalmente en 2007 vamos a superar los números de 2006», afirmó. La época fuerte de visitantes es para los festivos de la Semana Santa, donde el parque se pone «al borde del colapso». El otro período de mayor afluencia de turistas es el mes de julio, durante las vacaciones de invierno en el hemisferio sur.
Fue en ese último período, entre junio y agosto del año pasado, cuando una persistente sequía en el estado brasileño de Paraná obligó a retener las aguas en los diques del río Iguazú, lo que hizo disminuir el caudal de las cataratas. Mientras que en condiciones normales la Garganta del Diablo, el mayor de los 275 saltos que conforman las cataratas, arroja un promedio de 1,7 millones de litros de agua por segundo, en el último invierno quedó reducida a 250.000 litros por segundo. Ahora las cataratas se encuentran a pleno rendimiento, con un promedio de 2,5 millones de litros de agua por segundo.