Septiembre suele ser un mes especial en las localidades costeras. El crepúsculo del verano coincidirá una vez más con las principales mareas del año, que se registrarán durante la luna llena del próximo día 28. En esa jornada está previsto que se marquen las cotas máximas anuales tanto en lo que se refiere a pleamar como a bajamar. «No será un fenómeno extraordinario pero sí parece que el 28 se van a dar las mayores mareas vivas del año en nuestras costas», precisa Manuel González, coordinador del área de Dinámica Marina del Instituto Tecnológico, Pesquero y Alimentario del País Vasco (AZTI).
Las mareas son fenómenos totalmente predecibles por su sometimiento a las rígidas reglas de los ciclos astronómicos. Unos cuantos cálculos bastan para determinar la altura que va a alcanzar el agua en un determinado punto y hora con varios meses de antelación, tal y como lo demuestran las tablas de mareas que se editan todos los años en la mayor parte de las localidades costeras. El factor meteorológico, sin embargo, no es tan predecible. «Además de la marea astronómica, que es la que aparece en las tablas de mareas, hay que tener en cuenta lo que se conoce como la marea meteorológica. El nivel del mar puede ser algo más elevado si la presión atmosférica desciende por el paso de un frente de borrascas o más bajo en caso de que se produzca una situación anticiclónica». El experto de Azti puntualiza que las oscilaciones de la cota del mar por razones meteorológicas pueden alcanzar hasta los 15 centímetros.
Pero lo que realmente determina la envergadura de las mareas es la alineación de los astros. «En realidad -explica González- todos los meses hay mareas vivas, lo que ocurre es que las más extremas se producen durante marzo y septiembre coincidiendo con los periodos de equinoccio, cuando el Sol se encuentra sobre el Ecuador y los días tienen similar duración a las noches. Durante esas épocas -añade- aumenta el efecto que el Sol ejerce sobre el mar y las mareas vivas son más fuertes».
El Sol no es el único astro que interviene en el fenómeno. De hecho desempeña un papel secundario frente a la Luna, la gran protagonista del ciclo de las mareas. «Se podría decir que las mareas se producen en un 70% por efecto de la Luna y en un 30% por el del Sol», resume el experto de Azti. Las mareas vivas tienen así lugar cuando el Sol, la Luna y la Tierra se encuentran situados en línea recta. «La Luna y el Sol atraen a la Tierra y hacen que la superficie de los mares se deforme generando las mareas. Esa atracción es mayor con los tres astros alineados, es decir, cuando hay luna llena y luna nueva».
Por el contrario, cuando el satélite terrestre está en las fases de cuarto creciente y cuarto menguante, la atracción sobre los mares pierde fuerza y se producen mareas de pequeña oscilación, conocidas también como mareas muertas. Por lo general, las mareas vivas superan en un 20% los niveles de una marea media, mientras que las muertas son inferiores a la media en similar porcentaje.
Es cierto que las mareas vivas de septiembre y marzo marcan máximas anuales. Ahora bien, cada 18 años y medio se produce un fenómeno que sacude con más fuerza aún el nivel del mar: pleamar y bajamar alcanzan lo que se conoce como máximas vivas equinocciales, que aumentan en unos 20 centímetros las oscilaciones en uno u otro sentido. Eso ocurre cuando a la situación equinoccial del Sol se añade que la Luna se encuentra en el perigeo, el punto más cercano a la Tierra. «La última de estas mareas se registró en 1993, así que tendremos que esperar al menos hasta 2011 para poder presenciar otro fenómeno así», puntualiza González.