El atún rojo (Thunnus thynnus) es una de las especies de pescado favoritas de los japoneses, ávidos devoradores de peces. En el Mercado Central de Pescado de Tsukiji, en Tokio, se pagan entre 60 y 70 euros por kilo.
Desde hace siglos, el atún rojo ha sido una pieza codiciada. Sin embargo, la irrupción de los japoneses en el mercado ha trastocado el sector. Tradicionalmente se capturaba tras su entrada en el Mediterráneo con almadrabas, un laberinto de redes ancladas al fondo que conducen al pescado hasta un copo que es izado desde cuatro barcos. En el Cantábrico, la flota de Hondarribia (Guipúzcoa) se ha especializado en los últimos años en pescarlo con caña y cebo vivo. En Francia y España se usan también pesqueros de cerco y palangres.
Sin embargo, hace unos años alguien pensó que en vez de comercializar los atunes en plena temporada, sería mejor mantenerlos con vida hasta que disminuyeran las capturas en fresco y venderlos meses después. En especial en navidades, cuando escasea y más alta es su cotización. De esta forma nacieron las granjas de engorde y engrase de atún.
Se trataba de aprovechar la migración anual. Tras ser capturados a miles por cerqueros, los atunes son introducidos en mallas cerradas y trasladados por remolcadores hasta las jaulas de engorde. Son cercados de entre 30 y 60 metros de diámetro, que calan unos 20 metros. Tienen forma circular o hexagonal. El sistema cerrado de redes se sostiene con flotadores. Las granjas poseen entre 3 y 10 jaulas, alejadas unas pocas millas de la costa. Cada una es capaz de contener cientos de ejemplares que son alimentados regularmente con pescados como anchoa, alacha, caballa y arenque.
Gran negocio
Los primeros en engordar atunes fueron industriales murcianos, hacia 1997. Poseían flotas de palangreros que dedicaban a pescar emperador (pez espada) y atún rojo para los japoneses, y pronto olfatearon el negocio. Como de costumbre, el dinero disparó la codicia. «Se ha llegado a una producción desmesurada», denuncia Raúl García, responsable de pesquerías de WWF/Adena. El pasado año, cerca de 25.000 toneladas de atún salvaje fueron introducidas en jaulas en el Mediterráneo. Los ejemplares de jaula no pasan por la lonja y son exportados directamente a Japón, con lo que no existe un control directo sobre las capturas.
En 2003 había ya nueve granjas en el Mediterráneo español que ocupaban 3,5 kilómetros cuadrados de superficie marina. La revista «Mar» constata la existencia de cinco granjas operativas (con 37 jaulas y una producción solicitada de hasta 7.182 toneladas), así como otras cinco nuevas empresas (con 32 jaulas y una producción prevista de 5.004 toneladas). En Andalucía hay, además, dos granjas operativas (con seis jaulas y una producción prevista de 545 toneladas ampliables) y dos peticiones de apertura. En Cataluña está prevista también la instalación de otras dos granjas. Los ecologistas se quejan de que ninguna cuenta con el estudio de impacto medioambiental previo a su puesta en marcha.
La pesquería ha llegado a ser tan efectiva, que la Unión Europea (UE) ha tenido que dictar una norma para prohibir a los barcos que empleen helicópteros o avionetas para detectar los bancos en el mes de junio. De hecho, el número de ejemplares de atún rojo en el Mediterráneo ha descendido un 80% en los últimos 30 años.
Riesgos para el mar
Además del daño sobre la especie, la práctica del engorde intensivo tiene, según los ecologistas, consecuencias medioambientales: la destrucción de las praderas de algas de posidonia oceánica sobre las que se sitúan las jaulas, o el impacto sobre las especies que se emplean para su engorde. Tanta carnaza en el agua ha cambiado también la estructura ecológica de las zonas de engorde. Hay más predadores como angelotes o tiburones. Otros impactos a tener en cuenta son la contaminación de las aguas por las excreciones y el impacto medioambiental sobre «áreas frágiles» como Cabo Tiñoso, El Gorguel o Puntas de Calnegre, en Murcia.
Desde WWF/Adena alertan, además, de que se está engordando el atún con arenque contaminado, no apto para el consumo humano, capturado en el Báltico y en el Mar del Norte. «Japón está preocupado por las tasas de metilmercurio presentes en el atún», dice Raúl García.