La langosta roja que ha llegado a las Islas Canarias es un insecto de la familia masticadora de los ortópteros, que cuando vuela «tan lejos» en busca de alimento es porque está ya en su ciclo final vital, explica la doctora en Biología y especialista en ortópteros del Museo Nacional de Ciencias Naturales, Vicenta Llorente. Según esta experta, cuando la langosta nace mide unos 8 milímetros y cuando está al final de su vida, un año después, alcanza en torno a los 8 centímetros, más o menos el tamaño que tienen los cientos de miles de ejemplares que integran la plaga que ha llegado al archipiélago.
La langosta, de la misma familia que los grillos y los saltamontes, puede llegar a realizar un total de siete mudas del esqueleto externo durante su ciclo de vida, es decir, desde el momento en que nace en el norte de África, hasta que llega el final de sus días y muere, generalmente alejada de su lugar de origen.
Las langostas nacen a comienzos del otoño, o bien ya casi en invierno siempre que sea en zonas cálidas como el desierto africano. La llegada de la primavera hace que «se aviven» y comience el periodo de mutaciones y desarrollo de las ninfas, es decir, de las langostas que, «en estado juvenil», todavía no son adultas. Entre tanto, estos insectos rojos empiezan a mostrar sus dos peculiaridades más conocidas: el carácter gregario y la necesidad de desplazarse hacia sitios alejados. De este modo, las langostas viajan en bandadas de unos sitios a otros, ayudadas, unas veces por el viento, y otras, por la brisa del mar.
«La búsqueda de abundante alimento es la razón que mueve a las plagas de langosta a desplazarse», indica Llorente, quien precisa que la existencia de una copiosa vegetación, junto con la sequedad y el calor, son los elementos fundamentales para la formación de las plagas. Una vez que han completado su ciclo de vida, añade la bióloga, «están demasiado debilitadas» por lo que los ejemplares que invaden ahora Canarias es muy difícil que puedan reproducirse.
Escasos daños
La plaga que ha afectado a Fuerteventura apenas ha dañado el 1% de la superficie cultivada de la isla, según informó ayer el Cabildo majorero. Ello se debe tanto al estado de los ejemplares, como al hecho de que la mayor parte de los cultivos estén protegidos por invernaderos.
En Marruecos, mientras tanto, las langostas amenazaban la zona oriental del país después de haber causado graves daños en cultivos de Tiznit y Tata, al sur. Los insectos acabaron el pasado mes con una superficie de 5.000 hectáreas de cítricos en Tarudant.