La cuenca del Ebro ha registrado entre mayo y octubre la peor sequía de la última década, si bien la peor parte se la llevan los ríos que permanecen sin regulación, en buena medida por el retraso acumulado en los embalses pendientes, y que se encuentran en situación de «emergencia».
La ausencia de lluvias ha obligado a la Comisión Permanente de Seguimiento de la Sequía del Ebro a aprobar por unanimidad que los usuarios apliquen medidas de ahorro de agua. En concreto, la Comisión, donde están representadas administraciones, usuarios y comunidades autónomas, planteó a las comunidades de riego que intensifiquen los cultivos de invierno, ya que no se puede garantizar la evolución de reservas de los embalses para la campaña de verano. Además, el sector hidroeléctrico deberá ajustar las turbinaciones de los embalses destinados a esos usos a las aportaciones de los ríos.
Asimismo, se adaptarán los caudales para usos medioambientales a las aportaciones aguas arriba de los embalses y se instará a los ayuntamientos a fomentar campañas de ahorro de agua, como muestra de solidaridad con el resto de usuarios.
Según datos de pluviometría y caudales de la Confederación Hidrográfica del Ebro, la cuenca se encuentra en situación de sequía climática, aunque no hidráulica, ya que la evolución de las reservas de los embalses puede tener variación en lo que resta de otoño y el invierno, de cara a la campaña de riego de verano.