Una investigación de la Universidad de Murcia ha descubierto que, en contra de lo que se pensaba hasta ahora, los arroyos semiáridos del sureste de España presentan una gran biodiversidad de especies vegetales y animales. El equipo de investigadores acaba así con el mito de que los sistemas áridos no engloban organismos de interés y propone que estos ecosistemas únicos en Europa sean conservados por su valor ecológico.
Los científicos hallaron que en estos arroyos semiáridos existe un mayor número de especies que en las zonas más húmedas. «Nos encontramos con una biodiversidad muy alta, mucho más de lo que cabría esperar en un principio, y nos dimos cuenta de que estos sistemas funcionan como refugios de biodiversidad. En el fondo, encierran una gran heterogeneidad ambiental a nivel de microambientes», explicó al Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC) Marina Aboal, autora principal e investigadora de la Universidad de Murcia.
El trabajo desarrollado se centra concretamente en el estudio de las comunidades de algas, sobre todo en las diatomeas (una clase de algas unicelulares microscópicas), ya que son los organismos a partir de los que se fundamenta todo el ecosistema. Los biólogos descubrieron más de 200 especies de microalgas, algunas de las cuales podrían ser nuevas para la ciencia.
Condiciones extremas
La excepcionalidad de este hábitat en el ámbito europeo es lo que hace importante este hallazgo. El sureste de España, una de las regiones más áridas del continente, es de las pocas zonas de Europa donde son frecuentes los arroyos semiáridos. Estos arroyos albergan «un número importantísimo de especies, y muchas de ellas son características de estos ambientes», aseguró Aboal. Estas especies de algas «merecen ser estudiadas y consideradas en las estrategias de conservación», ya que se adaptan a condiciones bastante extremas, como temperaturas muy altas, mucha evaporación o salinización del agua, apuntó la investigadora.
Si no se protegen estos ecosistemas, como en realidad se ha estado haciendo hasta ahora, «se extinguirán especies que nunca llegaremos a conocer y no sabremos ni los beneficios que nos pueden aportar», subrayó la científica. Al tratarse de ecosistemas «humildes y desconocidos», se pierde información sobre las especies que en ellos habitan. «Al ir perdiendo especies, el funcionamiento cambia completamente, y eso provoca reacciones en cadena que terminan con una mini-catástrofe ecológica, con pérdidas de un ecosistema», destacó Aboal.