Los cazadores de focas comenzaron ayer la sangría anual en el sur del golfo de San Lorenzo y en el estrecho de Belle Isle (entre Québec, Terranova y Labrador). En esta zona es donde se concentra la mayor población de animales. La temporada de caza se saldará con la muerte de 270.000 focas.
Este año las críticas a esta matanza han sido más duras si cabe por las malas condiciones del hielo en la región y el aumento de las temperaturas, que han reducido el número de crías, el verdadero objetivo de los cazadores. Las focas necesitan el hielo para parir sus crías y para que estas sobrevivan durante las primeras semanas de vida, cuando todavía no tienen fuerzas para nadar. El Gobierno de Ottawa ha reducido en 65.000 el número de ejemplares que se permite cazar respecto al año anterior. Pero esta reducción no es suficiente, según las organizaciones ecologistas.
Según la Sociedad Protectora de Animales de Estados Unidos, «las catastróficas condiciones del hielo ya causaron la muerte de hasta el 90% de las crías». El Ministerio de Pesca canadiense asegura, por su parte, que la situación del hielo en el norte del golfo es mejor y sostiene que hay concentraciones significativas de focas.
Hace una semana, estudios de los científicos del Gobierno canadiense elevaban hasta el 100% el número de crías de foca muertas este año en la zona donde prácticamente no existe hielo. Pero defendieron como razonable la cuota de caza de 270.000 animales pactada.
El Gobierno de Ottawa defiende las buenas prácticas de los pescadores. Aseguran que sólo cazarán aquellos que tengan licencia, obtenida tras dos años de aprendizaje. Las autoridades canadienses sostienen que la muerte por garrote, practicada correctamente, es menos cruel que los métodos seguidos en los mataderos comerciales.