La pobreza, el crecimiento de las ciudades, el cambio climático y la degradación medioambiental están modificando el equilibrio natural de la Tierra y haciendo más vulnerables las poblaciones a los desastres naturales, que sólo en el último decenio causaron más de 880.000 muertos y 1.880 millones de damnificados.
La mano del hombre está detrás de los efectos tan devastadores de los desastres naturales. Así se desprende del informe «Vivir con el riesgo», elaborado por la Estrategia Internacional para la reducción de desastres (ISDR) de Naciones Unidas, y hecho público ayer. Los datos que se desprenden de las acciones humanas sobre el medio ambiente y el desarrollo de la población invitan al desaliento: en el último decenio se produjeron en el mundo 4.777 desastres naturales que provocaron la muerte a más de 880.000 personas y afectaron a los hogares, la salud y el sustento de otros 1.880 millones, además de provocar pérdidas económicas por valor de 685.000 millones de dólares.
Entre 1975 y 2000, más de 1.340 millones de personas de países pobres murieron como consecuencia de desastres naturales, frente a las 27.000 personas que corrieron la misma suerte en los países ricos. Estas tragedias naturales se llevan por delante vidas, pero también pueden barrer en pocas horas con años de desarrollo, por lo que sus efectos en los países menos favorecidos son si cabe aún más dramáticos.
Además, hay una considerable variación geográfica en el impacto de estos desastres. Así, el continente asiático está afectado de una forma desproporcionada, habiendo padecido en su territorio el 43 por ciento de todas las catástrofes naturales de la última década y el 70 por ciento de las muertes. El último gran cataclismo en Asia se vivió en la región india de Gujarat, donde un fuerte seísmo se cobró la vida de más de 20.000 personas en enero de 2001.