Los países industrializados firmantes del Protocolo de Kioto, tras salvar la oposición de Rusia, Japón, Canadá, Suiza y Nueva Zelanda, han consensuado en Viena la necesidad de reducir, de aquí al año 2020, las emisiones de gases de efecto invernadero entre el 25% y el 40% con respecto al nivel de 1990.
El documento, suscrito por la necesidad de detener los efectos del calentamiento global, afirma que alcanzar el menor nivel de estabilización (de gases de efecto invernadero) declarado por el IPCC (Grupo Intergubernamental del Cambio Climático) y su correspondiente limitación de daños requiere que los países industrializados asuman este recorte. Se trata del nivel marcado por la comunidad científica para contener el calentamiento global por debajo de los dos grados centígrados, por encima de los cuales los desarreglos que podría causar el fenómeno climático serían irreversibles.
Ese recorte del 25% al 40% por debajo de los niveles de emisión de 1990, nunca antes plasmado en una reunión de Naciones Unidas, es un objetivo ambicioso si se tiene en cuenta que el Protocolo de Kioto marca una disminución de sólo el 5%. Los cinco países reticentes argumentaron que dicho objetivo de reducción, impulsado por la Unión Europea para 2020, podría tener un impacto negativo en sus economías.