La ola gigante que afectó ayer a la costa suroeste de la isla indonesia de Java se ha cobrado ya al menos 357 vidas, 160 personas han desaparecido y unas 23.000 se han visto desplazadas, según informaron las autoridades sanitarias del país. La mayoría de las víctimas ha perecido en la playa de Pangandaran, la más afectada por el tsunami provocado por el seísmo de 7,7 grados de magnitud en la escala abierta de Richter. El resto de las víctimas se reparte entre las playas de Ciamis y los distritos vecinos.
La mayoría de edificios e infraestructuras de Pangandaran fueron destrozados por el tsunami, así como unas 600 embarcaciones pesqueras, casi el total de la flota de la localidad. Además, la electricidad y las comunicaciones telefónicas están cortadas en toda el área afectada y muchos residentes siguen en las zonas montañosas a las que se dirigieron huyendo de las olas.
El ejército ya ha enviado dos batallones a Pangandaran, un popular destino turístico a unos 280 kilómetros al sureste de Yakarta, para colaborar en las operaciones de evacuación de personas y asistencia de heridos.
El epicentro del seísmo que causó la tragedia se localizó en el Océano Indico, frente a Cilacap y Pangandaran, a unos 48,6 kilómetros de profundidad. Un testigo declaró que el mar destruyó todas las casas de la primera fila de la playa de Pangandaran y que los hoteles habían quedado destrozados.
Unas 10.000 personas han abandonado sus casas por miedo a la llegada de más olas gigantes. El éxodo ha provocado accidentes que se han saldado con 18 heridos, según fuentes policiales.