¿Dar de comer mejor a las vacas para combatir el cambio climático? Así lo consideran diversos expertos, convencidos de que el metano producido por la digestión de estos rumiantes tiene un efecto mayor del que se cree en este problema.
Científicos del Instituto de Investigaciones Medioambientales de Aberystwyth (Gales, Reino Unido) plantean cambiar la dieta del ganado vacuno, causante de una cuarta parte de las emisiones de metano producidas por actividades humanas.
Imagen: Hans SplinterLos expertos de este centro galés proponen cultivar trébol blanco y otras leguminosas, con mayor nivel de azúcar, para que se conviertan en el forraje de estos animales. De esta manera, se modificaría el proceso por el que sus estómagos convierten el alimento en metano, que acaba siendo evacuado principalmente por la boca.
El tema preocupa a otros expertos, como los del ministerio de Alimentación y Asuntos Rurales de Reino Unido, que sugieren ampliar la esperanza de vida de estos animales para evitar incrementar su número, o incluso prácticas de ingeniería genética. Por su parte, científicos de la Universidad de Hohenheim (Alemania) han creado una píldora que, junto a una dieta especial, reduce también estas emisiones.
El metano atrapa 20 veces más el calor que el dióxido de carbono (CO2), considerado principal gas de efecto invernaderoEn este sentido, el metano atrapa 20 veces más el calor que el dióxido de carbono (CO2), considerado principal gas de efecto invernadero (GEI). Sin embargo, el hecho de que en los años 90 sus niveles se mantuvieran relativamente constantes, motivó que el Protocolo de Kyoto estableciera para el metano límites más flexibles.
Ahora bien, diversos estudios hablan de un gran incremento de este gas en los últimos años, y algunos científicos incluso lo consideran tanto o más peligroso que el CO2. Así, investigadores de la Universidad Abierta de Reino Unido y de la Universidad alemana de Colonia recuerdan que el metano fue el responsable del calentamiento global de hace unos 180 millones de años, y que acabó con un gran número de especies.
Según estos científicos, el fenómeno se produjo a causa de pequeñas ondulaciones en la órbita de la Tierra que periódicamente acercan nuestro planeta al Sol. De esta manera, los océanos se calentaron y descongelaron las enormes cantidades de metano atrapadas en el lecho marino, expulsándolo a la atmósfera.
En este sentido, el bioquímico Rudolf Amann, del Instituto Max Planck (Alemania), destaca el papel de las bacterias, que evitan en la actualidad que el metano atrapado en el fondo marino salga a la superficie.
Mediciones equivocadas
Los científicos todavía tienen importantes lagunas sobre la cantidad real de metano y sus efectos en la atmósfera. Por ejemplo, el Espectrómetro de Absorción de Exploración e Imágenes para Cartografía Atmosférica (SCIAMACHY), un sensor espacial de la ESA (Agencia Espacial Europea) capaz de medir los GEI más importantes, ha descubierto que las zonas tropicales emiten mucho más metano del que se creía.
Además, los expertos aseguran que el propio cambio climático podría acelerar las emisiones de metano a la atmósfera. Así los científicos de la ESA recuerdan que hay grandes cantidades de metano recluidas en el permafrost, la capa de hielo permanentemente congelada en el suelo de las regiones muy frías. Por tanto, si éste se derritiera con el aumento de la temperatura, el gas acabaría liberándose a la atmósfera.
Por su parte, un estudio del Instituto Goddard de Estudios Espaciales, de la NASA, subraya que la cantidad real de metano no está siendo analizada correctamente, y que podría ser hasta el doble de la que se calcula en la actualidad. Así, su responsable, el climatólogo Drew Shindell, afirma que el metano, al llegar a la atmósfera, se ve afectado por contaminantes que afectan su composición. Por ello, concluye, habría que estudiar estos gases cuando se emiten en la superficie terrestre, y no cuando ya se han mezclado en la atmósfera.
El metano (CH4), compuesto por carbono e hidrógeno, es un hidrocarburo incoloro, inodoro e inflamable y más ligero que el aire. Se forma de manera natural en los procesos de digestión del ganado, así como de las termitas; en las reacciones de putrefacción y descomposición de residuos o de arrozales y pantanos; y se encuentra en el gas natural y en el gas grisú de las minas de carbón, así como en los procesos de las refinerías de petróleo.
Además de su contribución al efecto invernadero, el metano reduce el volumen de iones hidroxilo, alterando así la capacidad de la atmósfera para autodepurarse de contaminantes. No obstante, se trata también de un gas apreciado como combustible y para producir diversos gases y sustancias de uso industrial, como el cloruro de hidrógeno, amoníaco, acetileno y formaldehído. Asimismo, es uno de los principales componentes de la atmósfera de algunos planetas del Sistema Solar, como Saturno, Urano y Neptuno.