Miquel Ortega Cerdà (Barcelona, 1974) coordina, junto a otros investigadores, “Ecología Política”, una revista científica con 16 años de historia en la que se tratan temas que dejan en evidencia la relación entre los problemas ambientales y sociales en el ámbito internacional. Además de su labor editorial, Ortega es responsable del Área de Medio Ambiente y Sociedad de la empresa Ent, especializada en medio ambiente y gestión, y es asimismo un experto en Deuda Ecológica, como lo demuestra su autoría de dos libros sobre el tema.
La Ecología Política trata de proponer soluciones a los problemas sociales que tienen como raíz cuestiones ambientales (distribución y acceso a recursos naturales, contaminación, etc.), así como a los problemas ambientales con un fuerte componente social. Lo hace a partir de la comprensión y el análisis de las desigualdades socio-ambientales y tratando de integrar siempre la preocupación sobre quién se beneficia de las medidas políticas y a quién se perjudica. Trata de integrar en su análisis los conflictos ambientales como fuente de información sobre lo que está sucediendo y prestar atención a las voces y opiniones que normalmente son ignoradas, por su incapacidad de hacerse oír por los grupos más poderosos, o porque utilizan valores y lenguajes normalmente ignorados en los procesos de decisión usuales.
La Ecología Política está llamada a ser una voz destacada en cualquier política de conservación del medio ambienteEn la medida en que integra la gestión ambiental en la búsqueda de una sociedad más justa está llamada a ser una voz destacada en cualquier política de conservación del medio ambiente.
No hay un único problema, sino muchos interrelacionados. El acceso y gestión de la energía, el uso y acceso al agua y el territorio, el cambio climático, la no existencia de un marco legal adecuado de responsabilidad ambiental, etc. Todos ellos pueden ser temáticas prioritarias simultáneamente en diferentes partes del mundo.
En la base de la pirámide está la desigualdad en la distribución de los recursos, el exceso global en su explotación, un sistema económico que no incorpora a la naturaleza de una manera adecuada, y la deficiente asignación de responsabilidades en la vertiente ambiental de las problemáticas.
Si se produce una extensión masiva de los biocombustibles, sucederán consecuencias muy negativas para muchas personasEs difícil contar el número exacto de personas a escala global, pero sin duda son decenas de millones de personas. Es fácil poner algunos ejemplos: las grandes infraestructuras (como grandes centrales hidroeléctricas) según el Banco Mundial generan 10 millones de desplazados anuales, a ellos hemos de añadir los forzados a desplazarse por terremotos, ciclones, etc. que se contabilizan también en varias decenas de millones cada año (aunque se vean afectadas por este tipo de fenómenos muchas más, cerca de 200 millones de personas cada año según la Cruz Roja Internacional). También hemos de incorporar a los que deben marcharse por no tener de comer debido a cambios en su hábitat (por ejemplo sequías, etc.), porque se les niegan sus tierras, o los desplazados por la extensión de los monocultivos o extracciones mineras. Finalmente a aquellos que ya se están empezando a tener que desplazar por el cambio climático y que según las Naciones Unidas pueden alcanzar a 50 millones a final de esta década. Como se puede observar, son una gran realidad ignorada pero existente.
Por ejemplo, hay ONG españolas que se ocupan de pescadores africanos sin trabajo por la sobreexplotación en sus aguas por parte de flotas pesqueras europeas (y entre ellas, destacan algunas españolas). Cuando el trabajo desaparece en su casa se desplazan a España a buscarse la vida. Normal, ¿no? ¿Es justo deportarles si entran sin papeles? ¿Es esa la solución política a la problemática de la sobreexplotación pesquera por parte de actores españoles y la falta de recursos para los pescadores locales?
Los debates sobre capacidad de generación energética deben ir acompañados de medidas sobre la disminución del consumoLas Naciones Unidas reconocen que, en las condiciones actuales, si se produce una extensión masiva de los biocombustibles, sucederán consecuencias muy negativas para muchas personas que viven en el ámbito rural, así como las más pobres en muchos países del Sur y para algunos ecosistemas. Si los biocombustibles se plantean como monocultivos de explotación intensiva pueden potenciar un modelo agrario que se ha demostrado que perjudica a medio plazo a los ecosistemas e imposibilita la soberanía alimentaria de las poblaciones. Mientras que los beneficios económicos se pueden centrar en pocas manos, que ya tienen tierras y capacidad monetaria y de exportación, los perjuicios pueden extenderse a capas amplias de la población menos capacitadas o que apuesten por un modelo agrario diferente. Por eso se tiene que ir con mucho cuidado.
La discusión está no tanto si pueden producir daños como si es posible su difusión masiva y al mismo tiempo que los beneficios superen a los perjuicios. Para ello sería necesario acompañarlos de nuevas condiciones de comercio y propiedad de la tierra, así como un estudio particularizado en las zonas donde se quiere realizar la explotación. ¿Es esto posible en las condiciones actuales? Esta es la gran pregunta que todo el mundo cree saber, aunque opinen de manera opuesta.
Subvencionamos con dinero público a empresas españolas que inviertan fuera de Europa, aunque cumplan estandards ambientales y sociales más bajos que los europeosLos cortes de Barcelona no fueron producidos por una falta de capacidad de generación, sino por una mala microdistribución eléctrica en la ciudad. El problema principal en este caso se relaciona con el mantenimiento y la gestión de la red en la ciudad, aunque siempre que el sistema continúe con un consumo creciente y se base en una producción altamente centralizada como la actual la vulnerabilidad será alta. Los debates sobre capacidad de generación, si quieren contemplar a las renovables como fuente de generación principal, deben ir acompañados de medidas sobre la disminución del consumo, y ése es justo el tema tabú para el cual los partidos políticos mayoritarios no ofrecen propuestas serias más allá de discursos genéricos.
La solución no viene únicamente a través de las personas como consumidores. Un consumo responsable es parte de la solución, y es parte de la coherencia que exigen las nuevas políticas que se han de desarrollar. Las soluciones vienen ante todo de reasumir que las personas somos ante todo ciudadanos y por tanto nos hemos de preocupar más allá de nuestra esfera individual. Porque las soluciones no vendrán de la suma de individualidades, sino de las decisiones políticas colectivas que se tomen sobre cómo queremos gestionar nuestro espacio de vida, nuestro territorio, el consumo y el comercio, y por supuesto, qué tipo de responsabilidades establecemos sobre la propia administración y para las grandes multinacionales, tanto en nuestro territorio como fuera. Por ejemplo, actualmente subvencionamos con dinero público a empresas españolas que inviertan fuera de Europa, aunque cumplan estandards ambientales y sociales más bajos que los europeos. Es más, si los incumplen no se les penaliza. ¿Es eso razonable?
Lo importante no es la aparición o desaparición de los partidos verdes, sino la masa de personas que siendo consciente de que hay una problemática importante se queda pasivaTodas las propuestas organizativas deben ser utilizadas siempre que sean útiles para sus objetivos. Si hay personas que creen que mediante la creación de un partido político “verde” tendrán más capacidad para transformar la sociedad que integrándose en un partido mayoritario me parece respetable. ¡Nunca lo sabrán si no lo prueban! Igualmente me parecen muy respetables las posiciones que realizan política desde fuera de los partidos, porque creen que son más efectivos y que el sistema político de representación parlamentaria es incapaz de afrontar los principales problemas de la sociedad. Si se basan en voluntades democráticas, ¡adelante! Lo importante no es la aparición o desaparición de los partidos verdes, sino la masa de personas que siendo consciente de que hay una problemática importante se queda pasiva.
Los resultados de las instituciones reflejan, en el mejor de los casos, el equilibrio de poderes de la sociedad. En nuestro entorno hay otros intereses con mucha mayor capacidad de presión que la que pueden ejercer las personas preocupadas por el medio ambiente. No se puede pedir a las instituciones ambientales lo que la sociedad no está dispuesta a dar.
No se puede pedir a las instituciones ambientales lo que la sociedad no está dispuesta a darEn el tema del agua en España hay un movimiento social llamado “Por una nueva cultura del agua” que ha trabajado muy bien esta problemática. Es muy recomendable por ejemplo la web de la “Fundación por una nueva cultura del agua”: el camino empieza por disminuir el consumo.