Las costas estadounidenses podrían guardar entre 16.000 y 18.000 millones de barriles de crudo, según diversas estimaciones. Permanecen intactos gracias a una moratoria, aprobada en 1982 y reforzada en 1990, que pretendía evitar los posibles desastres medioambientales. Ahora, con una gasolina cada vez más cara, la idea de extraer estas reservas se plantea de nuevo. Las argumentaciones a favor y en contra son un ejemplo paradigmático para el resto del mundo: ¿más petróleo o nuevas energías?
Imagen: Marine Photobank
En pleno enfrentamiento dialéctico entre los aspirantes a la Casa Blanca, el petróleo costero vuelve a estar de actualidad. Hasta ahora se ha respetado merced a una moratoria que quería impedir catástrofes como la de 1969, cuando un derrame en una plataforma de perforación cubría con unos diez millones de litros de petróleo unos 60 kilómetros de costa en Santa Bárbara, California, famosa por sus playas.
Las costas estadounidenses podrían guardar entre 16.000 y 18.000 millones de barriles de crudoLos «pro-extracción» recuerdan la subida de los precios y la necesidad de contar con las mayores reservas propias posibles. Por ello, no sólo desean el petróleo de las costas estadounidenses, sino también el de la Reserva Nacional Ártica de Vida Animal de Alaska, un parque natural protegido de 7,7 millones de hectáreas.
Para fundamentar su solicitud, subrayan la mejora ostensible de los sistemas de perforación en mar abierto desde el accidente de Santa Bárbara. La tecnología actual, con válvulas de cierre automático en el fondo del mar o dispositivos mecánicos para impedir escapes causados por acumulaciones incontroladas de presión, ha reducido en gran medida el riesgo.
Como ejemplo, citan las plataformas de Luisina y Texas, en el Golfo de México, con «mínimos o nulos derrames» incluso tras los devastadores huracanes Katrina y Rita de 2005. Asimismo, destacan el ejemplo de Noruega, cuyas perforaciones en el Mar del Norte se realizan desde hace décadas con un mínimo impacto medioambiental.
Críticas a la extracción en mar abierto
Los detractores utilizan varios argumentos para negarse. La preocupación medioambiental es evidente, aseguran: la perforación en mar abierto tiene riesgos reales de derrame, con el conocido impacto negativo en los ecosistemas, sin olvidar la influencia de utilizar petróleo en la aceleración del cambio climático.
Además, la construcción de estas plataformas requiere de diversas infraestructuras, como miles de canalizaciones para los oleoductos, plantas petroquímicas y zonas marítimas de paso para los petroleros, con los consecuentes impactos ambientales. Incluso la exploración que precede a la perforación en sí, añaden, al utilizar ondas sísmicas, puede dañar a los mamíferos marinos.
En cuanto a la seguridad de estas instalaciones en mar abierto, se muestran de acuerdo en que ha aumentado, aunque alegan que el mayor peligro de derrame se encuentra en el envío del petróleo. Por ejemplo, un informe del National Research Council apuntaba que el transporte causa una cantidad de derrames ocho veces superior que los de plataformas y oleoductos.
Las plataformas citadas como ejemplos de seguridad son también discutidas. Un informe del Servicio de Gestión de Minerales de EE.UU. pronostica en el Golfo de México un derrame al año de al menos 1.000 barriles, y cada tres o cuatro años, de uno de al menos 10.000 barriles. Además, esta institución afirma que los daños causados por los huracanes de 2005 no fueron tan insignificantes, ya que se detectaron 124 derrames con una cantidad de unos 2.810.000 litros de crudo.
Sobre las plataformas noruegas, si bien se reconoce como un buen ejemplo de control institucional y tecnología limpia, también se recuerda el reciente derrame de 24.000 barriles en diciembre. Y se trataría de la excepción que confirma la regla: por ejemplo, el Delta del Niger, merced a la falta de leyes y controles medioambientales estrictos, está siendo gravemente dañado por estas plataformas en mar abierto, que incluso han sido atacadas recientemente por fuerzas rebeldes.
Los críticos de estas extracciones aseguran además que diversas sustancias químicas tóxicas se pueden escapar al océano. El agua que se bombea junto al petróleo, afirman, puede contener benceno, arsénico y otras sustancias contaminantes. Por ejemplo, la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), dependiente también del gobierno estadounidense, obligaba recientemente a la petrolera Exxon a pagar una multa de 2,68 millones de dólares por escapes en aguas del Pacífico de policlorobifenilos (PCB), una sustancia tóxica para el medio ambiente y la salud humana.
Por si los motivos medioambientales fueran pocos, los económicos tampoco respaldarían la decisión de perforar los fondos marinos, subrayan los que se oponen a los mismos. En primer lugar, habría que cuantificar el coste real de estas extracciones y la calidad de las mismas. Por ejemplo, desde la Asociación Americana de Geólogos del Petróleo se subraya que el 70% del petróleo encontrado en el Golfo el pasado año estaba en aguas profundas, donde es más caro de perforar.
Imagen: Justin WattPor otra parte, aunque se extrajeran a pleno rendimiento todas las reservas en mar abierto, su impacto a largo plazo en los precios sería “insignificante”, según el Departamento de Energía de EEUU. Se recuerda que este país sólo posee el 3% de las reservas mundiales de crudo, mientras consume una cuarta parte de las mismas.
Por ello, algunos expertos sostienen que el verdadero debate estratégico no es si perforar o no estos yacimientos marinos, sino seguir apostando o no por el petróleo, que además de contaminante se agota, o empezar a mirar el futuro hacia los combustibles y tecnologías basadas en energías renovables.