Se podrían evitar miles de muertes y millones de euros de pérdidas, si España asumiera los niveles propuestos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre contaminación atmosférica. Es una de las conclusiones del estudio europeo Aphekom, que ha analizado en 25 ciudades de 12 países europeos, entre ellas seis españolas, qué ocurriría si se adoptaran los niveles de la OMS, más exigentes que los actuales aprobados en la Unión Europea (UE) sobre este problema sanitario y ambiental. Una responsable del estudio, Piedad Martín-Olmedo, profesora de la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP), recuerda que la contaminación atmosférica, provocada en gran parte por el tráfico rodado, produce más de dos millones de muertes prematuras anuales en todo el mundo. Para reducir este grave problema, además de asumir las recomendaciones de la OMS, esta experta demanda a las instituciones mayores medidas y más información a los ciudadanos, un aspecto este último de especial interés en nuestro país, ya que los españoles se consideran los ciudadanos peor informados de la UE sobre contaminación atmosférica, según un reciente Eurobarómetro.
Está ampliamente probado que es uno de los determinantes de la salud relacionados con el medio físico con mayor relevancia en la morbi-mortalidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) cifra este impacto en más de dos millones de defunciones prematuras al año, y los países en desarrollo son los más desfavorecidos.
“Los españoles se consideran los ciudadanos peor informados de la UE sobre contaminación atmosférica”En las ciudades con una población superior a 50.000 habitantes se produce la exposición más importante y extensa. Las emisiones contaminantes más relevantes son el tráfico rodado (hasta en un 75%), las emisiones de calefacciones y cocinas, actividades como la construcción y demolición y, de forma más puntual y localizadas, emisiones de buques, actividades portuarias o de aeropuertos, entre otras.
Desde alteraciones menores o molestias, a un aumento del número de defunciones, ingresos hospitalarios y/o visitas a urgencias, en especial por causas respiratorias y cardiovasculares.
De varios elementos: dosis y tiempo de exposición o cantidad respirada, y características antropométricas y de salud basal de la población. Sobre este último punto, los niños presentan una vulnerabilidad especial, porque sus vías aéreas y alvéolos están en desarrollo y sus sistemas de defensa inmaduros. Además, por regla general, los niños pasan más tiempo en el exterior e inhalan el doble de aire que los adultos.
Las personas que trabajan en el exterior, las personas con enfermedades respiratorias, como asma o bronquitis crónica, cardiovasculares, diabetes y, en general, las personas de edad avanzada con alguna enfermedad crónica. Asimismo, la exposición en mujeres embarazadas puede provocar un retraso del crecimiento fetal y un menor peso al nacer de sus bebés.
Las partículas en suspensión, el ozono y el dióxido de nitrógeno son los contaminantes más estudiados por su potencial impacto en salud. Destacaría las partículas en suspensión. Las denominadas PM10 o “partículas gruesas”, cuyo diámetro es inferior o igual a 10 micras, se generan en diversos procesos mecánicos o de evaporación, como minerales locales o transportados, aerosol marino, restos de vegetales, procesos industriales o del tráfico. Una fuente importante en el sur de nuestro país es el polvo sahariano. Pueden permanecer en suspensión minutos a horas y sirven para medir el impacto en salud a corto plazo. Por su parte, las PM2,5 o “partículas finas”, cuyo diámetro es inferior o igual a 2,5 micras, se originan fundamentalmente por actividades humanas, en especial por vehículos diésel. La OMS la recomienda como indicador para monitorizar el impacto en salud de la contaminación a largo plazo, por su mayor toxicidad y su más alta persistencia en suspensión (días e incluso semanas).
“El tráfico rodado supone un 75% de la contaminación atmosférica en las ciudades”Si bien las seis ciudades españolas estudiadas cumplen la normativa europea de calidad del aire, es necesario reducir más la contaminación y su impacto en la salud. La disminución a corto plazo de las PM10 entre 2004 y 2006 al umbral propuesto por la OMS (20 microgramos/m3) habría evitado en estas seis ciudades hasta 313 muertes cada año y 284 y 658 hospitalizaciones por causas cardiovasculares y respiratorias, respectivamente. Por su parte, la reducción de las PM2,5 al umbral propuesto por la OMS (10 microgramos/m3) habría evitado hasta 2.732 muertes, con un impacto económico de más de 4.500 millones de euros y una ganancia de vida media entre los 13,8 y los 2,3 meses. El proyecto también ha demostrado que vivir cerca de calles con tráfico elevado (más de 10.000 vehículos/día) en diez ciudades europeas supone entre el 10% y el 30% de las enfermedades crónicas respiratorias (asma, EPOC, EIC), con un coste económico anual de 300 millones de euros.
Los últimos datos del “Informe de la Evaluación de la calidad del aire en España 2011“, publicados por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA), indican una reducción y mejora, con un indicador promedio de la exposición para 2011 estimado en 14 microgramos de PM2,5/m3. No obstante, la evidencia epidemiológica confirma que, incluso a niveles de exposición relativamente bajos, hay un impacto significativo sobre la mortalidad. Por ello, hay que insistir en políticas y estrategias, en su mayoría de sectores no sanitarios, que disminuyan las emisiones.
La población española se declara la peor informada de Europa, según el Eurobarómetro 360, publicado por la Comisión Europea en diciembre de 2012 sobre la opinión de los europeos en la materia: solo el 25% asegura estar bien informado. Por ello es importante mejorar la información a la población, en especial a los grupos más susceptibles mencionados. En dicho informe, los europeos identifican la reducción del uso del coche como la mejor medida individual para mejorar la calidad del aire, y las medidas más estrictas sobre emisiones industriales y política energética como las áreas más efectivas donde la política debería actuar. Asimismo, un 79% de los europeos demanda una actuación más firme de las instituciones comunitarias.
“Se podrían evitar miles de muertes y millones de euros de pérdidas, si España asumiera los niveles de la OMS sobre contaminación atmosférica”La política comunitaria precisa de la mejor evidencia científica disponible, que se obtiene de estudios epidemiológicos, largos y costosos. Este proceso condiciona que no siempre se actúe lo rápido que nos gustaría. No obstante, la evidencia y la presión ciudadana han logrado que se adopten niveles cada vez más restrictivos. En la UE, las medidas regulatorias con mejoras en los procesos de combustión en industrias, calefacción y automóviles lograron reducir de forma drástica las emisiones contaminantes como el SO2, plomo, y CO. Por otra parte, otras estrategias y políticas, como el cambio en la composición de combustibles o las mejoras de procesos industriales (Directiva IPPC), han permitido la disminución drástica de emisiones de compuestos como el azufre o el plomo, etc. Otras medidas, como la reducción del tráfico en zonas céntricas, requieren del compromiso de todos (políticos, gestores y ciudadanos), y eso no siempre sucede.
Una importante inversión para implementar nuevas políticas y medidas que disminuyan las emisiones, muy especialmente las del tráfico rodado. También es necesario un mayor conocimiento y concienciación de la ciudadanía, para que sepa que muchos resultados en salud están muy vinculados con el medio ambiente, y acepte las medidas necesarias.
Los sistemas de vigilancia y control de la calidad del aire de las ciudades, que han servido para mejorar la salud pública, no deberían verse mermados por falta de recursos. Además, se debería cuidar el mantenimiento de infraestructuras industriales, calefacciones, cocinas y parque móvil, ya que si no afectaría negativamente a las emisiones.
Diferentes estudios describen que las personas de nivel socioeconómico más bajo padecen más los efectos de la contaminación atmosférica. La EASP ha iniciado un proyecto para valorar esta relación en el contexto actual de crisis. Por otra parte, se ha visto que el alto coste sanitario asociado al rápido incremento de las enfermedades crónicas no transmisibles y al envejecimiento de la población no puede abordarse solo desde políticas sanitarias. La Evaluación de Impacto en Salud (EIS) es una herramienta de demostrada eficacia internacional para abordar este reto. Los responsables políticos de sectores sanitarios y no sanitarios, además de los directores de grandes proyectos con vinculación al medio físico, deberían incorporar la EIS con carácter prospectivo en sus intervenciones. Solo así se podrían optimizar los resultados en salud y minimizar los posibles impactos negativos, con el consiguiente ahorro económico.
El estudio Aphekom (“Mejora del conocimiento y la comunicación para la toma de decisiones sobre Contaminación Atmosférica y Salud en Europa”) estima la ganancia en salud (en términos de casos de morbi-mortalidad prevenibles o de años de esperanza de vida media) que se produciría en las ciudades estudiadas entre 2004 y 2006, si los niveles de contaminación disminuyesen desde las concentraciones reales a los niveles propuestos por la OMS. Estas estimaciones se han complementado por estudios de coste-beneficio.
Aphekom se ha desarrollado entre 2008 y 2011 en 25 ciudades de 12 países europeos sobre una población de 39 millones de habitantes. El estudio ha ampliado las metodologías de evaluación de impacto de la contaminación atmosférica en la salud. También ha proporcionado información actualizada y herramientas prácticas y fiables para establecer políticas más efectivas frente a la contaminación atmosférica.
El proyecto, cofinanciado por el Programa de Acción Comunitaria en el Campo de Salud Pública de la Comisión Europea (GA 2007105) y las instituciones participantes, fue liderado por el Instituto Francés para la Vigilancia de la Salud Pública (InVS) y en él colaboraron 60 científicos y especialistas. Las ciudades españolas fueron Barcelona, Bilbao, Granada, Málaga, Sevilla y Valencia. Piedad Martín-Olmedo coordinó la actividad investigadora de las ciudades andaluzas desde la EASP.
Asimismo, se analizaron los efectos que las políticas europeas para disminuir el azufre en los combustibles han tenido sobre las emisiones de dióxido de azufre, además de la mejora de la salud de los europeos. Por último, un avance innovador ha sido la estimación a largo plazo del impacto sobre la salud de residir en las proximidades de calles y vías con una importante densidad de tráfico.