Entre 50.000 y 70.000 plantas medicinales y aromáticas son utilizadas en todo el mundo, tanto en la medicina tradicional como en la moderna. Estas especies son además la base de muchas economías rurales que nutren a una importante industria de productos herbales, farmacéuticos y fragancias.
A pesar de su importancia, cerca de 15.000 de estas especies se encuentran amenazadas de extinción, según la Lista Roja que publica la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN). Los responsables de esta asociación ecologista estiman que los datos podrían ser incluso peores, dado que no se conoce con exactitud el estado de conservación o amenaza de muchas especies.
Los datos podrían ser incluso peores, dado que no se conoce con exactitud el estado de conservación o amenaza de muchas especiesEntre las principales causas de esta situación, la UICN cita la sobreexplotación y las prácticas agrícolas y forestales insostenibles, así como la deforestación, la destrucción de hábitat, la contaminación, la introducción de especies exóticas y el cambio climático. Por otra parte, dado que la gran mayoría de estas especies proviene de la recolección silvestre, su vulnerabilidad es mucho mayor.
En este sentido, los expertos de la UICN aseguran que el cultivo no es necesariamente el sistema de producción más beneficioso para algunas de estas especies, sin olvidar los elevados costes que podría suponer. Asimismo, explican, el cultivo no cubriría probablemente la demanda de muchas especies, o de plantas que se consideran más potentes en su forma natural, y supondría llevar a la ruina a muchas personas que basan su trabajo en la recolección silvestre sostenible.
En algunos países, la pérdida de especies es especialmente significativa. Por ejemplo, en la región andina se encuentra aproximadamente el 25% de la biodiversidad total del planeta. En algunas de estas regiones, muchas de estas especies son esenciales para la alimentación y medicina de sus habitantes.
Los consumidores pueden contribuir a evitar la desaparición de estas plantas medicinales y aromáticas. Una manera es comprando únicamente las especies que han sido producidas y recolectadas de manera sostenible y ética. Para poder saber esta información con garantías, se ha desarrollado el Estándar para la Recolección Silvestre Sostenible de Plantas Medicinales y Aromáticas (ISSC-MAP en sus siglas inglesas).
Esta iniciativa comenzó en 2004 impulsada por la Agencia Federal Alemana para la Conservación de la Naturaleza (BfN), el Grupo de Especialistas de Plantas Medicinales de la UICN, WWF Alemania y la Red de Monitoreo del Comercio de Vida Salvaje (TRAFFIC), aunque en la actualidad se han unido al grupo asociaciones industriales, compañías, certificadores y diversas ONG.
El Estándar se basa en los principios de prácticas forestales sostenibles, producción orgánica y buenas prácticas de agricultura, comercio justo y calidad de productos. Durante 2007 y 2008, sus responsables evaluarán el estándar a través de los proyectos ejecutados, y sus conclusiones serán utilizadas para desarrollar una guía, estudios de caso y modelos para buenas prácticas de recolección.
Diversas instituciones y organizaciones están poniendo en marcha toda una serie de iniciativas y estrategias de conservación de estas especies de plantas. La Estrategia Global para la Conservación Vegetal (GSPC, por sus siglas en inglés) cuenta con agendas y planes de acción a través de los Jardines Botánicos. La Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (UNCTAD, en sus siglas inglesas) está implementando la Iniciativa BioComercio, con programas nacionales, en Brasil, Colombia, Ecuador y Perú.
Asimismo, también se pueden encontrar iniciativas a nivel regional, así como grupos de trabajo y estructuras específicas, como el citado Estándar de Recolección Silvestre Sostenible de Plantas Medicinales y Aromáticas o las Directrices Mundiales de Conservación de Plantas Medicinales, llevadas a cabo por la OMS, UICN, WWF y TRAFFIC. Este último tuvo su origen en 1988 en Chiang Mai (Tailandia), a raíz de una consulta internacional convocada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), UICN y WWF. De esta reunión surgió la Declaración de Chiang Mai: Un llamamiento a la cooperación internacional para salvar las plantas que salvan vidas.