Las facturas de la electricidad o el gas hacen temblar la economía doméstica, y la temperatura del hogar no es la más apropiada. A esta situación se enfrentan 50 millones de europeos que sufren la denominada “pobreza energética”. Además del bolsillo, la salud y el medio ambiente se resienten con esta situación. Las instituciones y los consumidores pueden tomar diversas medidas prácticas para combatir este problema.
Qué es la pobreza energética
Tener electricidad en casa parece un servicio al alcance de todos. Pero no es así. Casi una cuarta parte de la humanidad, en su mayor parte en países en vías de desarrollo, carece de acceso a este bien, según el informe “World Energy Outlook 2009” de la Agencia Internacional de la Energía (IEA).
En los países desarrollados, el acceso a la electricidad es más sencillo, pero no significa que sea suficiente. Una parte de la población sufre la denominada “pobreza energética”. Este concepto, definido por primera vez en Gran Bretaña en 1988, se refiere a los consumidores que destinan más del 10% de sus ingresos a pagar las facturas de energía. Estas personas no son capaces de mantener su hogar a una temperatura adecuada (20º C en invierno y 25º C en verano) por un precio justo.
Un 10% de la población española no puede mantener una temperatura adecuada en el hogar
La pobreza energética implica varios impactos sociales, sanitarios y medioambientales. La calidad de vida de estos consumidores se resiente, a la vez que acumulan deudas por el sobreesfuerzo en el consumo energético y el cada vez más alto precio de la energía.
En una casa mal climatizada, sus inquilinos están más expuestos a problemas de salud relacionados con el frío y la humedad. Los enfermos crónicos, niños y ancianos son los más afectados.
Una de las causas principales de la pobreza energética es la mala calidad de las viviendas. En España el 60% del parque se construyó con anterioridad a la normativa de regulación térmica. Estos edificios pierden calor y necesitan más energía para mantener la temperatura. Otra de las causas es la baja eficiencia energética de los aparatos, bombillas, sistemas de climatización, etc., utilizados en estas casas. El consumo eléctrico es mayor, y con ello, el impacto ambiental de la generación energética, como las emisiones de dióxido de carbono (CO2) causantes del efecto invernadero.
Cómo hacer frente a la pobreza energética
Las medidas preventivas tendrían que ser prioritarias. Las viviendas de protección oficial, ocupadas en principio por familias vulnerables, deberían contar con criterios superiores de eficiencia energética.
Otra medida sería la de ofrecer bonos para el pago de facturas de energía a las personas mayores. En Inglaterra, el Gobierno destina 100 millones de euros para cubrir los costes de las tarifas sociales y ayudar a las familias más vulnerables. Las personas mayores de 60 años reciben 300 euros al año como medida contra la pobreza energética. En España habrá que esperar a tener los datos del nuevo bono social, puesto en marcha en julio de este mismo año.
En Inglaterra, el Gobierno destina 100 millones de euros para cubrir los costes de las tarifas sociales
Qué pueden hacer los consumidores
Los consumidores pueden asumir diversas medidas para combatir la pobreza energética. En primer lugar, pueden prestar atención a sus facturas de energía y comprobar si se ha contratado una tarifa adecuada. En la actualidad, los consumidores con menos de 10kW de potencia contratada pueden escoger entre la Tarifa de Último Recurso (precio máximo fijado por el Gobierno) o ir al mercado libre a pactar las condiciones con una comercializadora.
La potencia contratada es otro elemento que los consumidores pueden elegir y reducir hasta lo necesario. A igual consumo, la factura será mayor cuanto mayor sea la potencia contratada. Para hacerse una idea, se puede analizar el conjunto de equipos que se quieren tener encendidos al mismo tiempo. Para un piso medio con cocina y calefacción de gas suele ser suficiente una potencia de 3,3kW o incluso menos.
La reducción del consumo energético es otra medida clara que se puede lograr con diversos consejos:
- Utilizar la energía sólo cuando sea necesario. Ser conscientes de que es un bien escaso que conlleva un impacto medioambiental, social y económico más grande del que parece.
- Sustituir las bombillas incandescentes por otras de bajo consumo.
- Contar con electrodomésticos de eficiencia energética A o A+.
- Regular la calefacción con termostatos y encenderla durante el día unas pocas horas, suficiente para que el calor acumulado se mantenga para el resto de la jornada.
- Invertir en aislamiento de paredes, ventanas e incluso tuberías y conductos de ventilación y climatización al construir o rehabilitar una casa. Las comunidades autónomas ofrecen ayudas que cubren hasta el 60% de esta inversión.
- Instalar contrapuertas y contraventanas.
- Evitar las fugas de calor, que pueden suponer entre el 5% y el 30% del malgasto energético. En el mercado se pueden encontrar diversos materiales y sistemas asequibles que permitirán acabar con este problema.
- Realizar un correcto mantenimiento de las calderas y otros sistemas de climatización.
- Los ventiladores de techo reversibles pueden utilizarse en invierno para hacer circular el calor y ahorrar costes de calefacción hasta en un 10%.
- Aplicar sistemas basados en energías renovables (para ello también se pueden solicitar diversas ayudas institucionales).
- Vestir de acuerdo a las condiciones climatológicas: estar en casa en camiseta de manga corta durante el invierno supone un uso excesivo de la calefacción.
- Utilizar contadores inteligentes para un control más exacto del consumo eléctrico.