Los tapones de corcho podrían convertirse en una reliquia del pasado. Su progresiva sustitución por tapones sintéticos y las amenazas que sufren los alcornocales, de cuya corteza se extrae el corcho, ponen en peligro su futuro. La desaparición de estos árboles supondría una serie de impactos ambientales muy negativos. Por ello, sus defensores recomiendan diversas medidas para evitarlo, en las que los consumidores también son importantes.
Los tapones con materiales como el plástico o el aluminio aumentan su presencia año tras año, y las tendencias apuntan a que cada vez serán más frecuentes. La creciente demanda de grandes productores en América, como Estados Unidos, Chile o Argentina, y el hecho de que hace unos años la calidad del corcho no fuera la idónea, permitió la introducción progresiva de los tapones sintéticos. Pero no es el único motivo que amenaza la supervivencia del corcho. Según WWF, durante las últimas décadas, políticas mal orientadas, una inadecuada gestión forestal y ganadera y cambios en las estructuras sociales del mundo rural han supuesto una degradación y pérdida de los bosques de alcornoques (Quercus suber).
En un alcornocal con una extensión similar a la quinta parte de un campo de fútbol se han encontrado hasta 135 especies distintas de plantasLa desaparición de los alcornocales supondría una serie de efectos negativos sobre el medio ambiente. La biodiversidad, no sólo del propio árbol, endémico de Argelia, España, Francia, Italia, Marruecos, Portugal y Túnez, sino de toda la vida que albergan, quedaría muy resentida. En un alcornocal con una extensión similar a la quinta parte de un campo de fútbol se han llegado a encontrar hasta 135 especies distintas de plantas. Asimismo, especies animales amenazadas y únicas del Mediterráneo, como el águila imperial, la cigüeña, el lince ibérico, el meloncillo, el camaleón, la jineta o el ciervo de Berbería (el único ciervo africano), así como millones de aves migratorias que utilizan estos árboles para invernar, se quedarían sin refugio.
Además de la biodiversidad, el entorno natural y rural también empeoraría. Por un lado, los alcornocales, al igual que otros bosques, conservan el suelo, recargan los acuíferos, controlan la erosión del suelo y reducen la desertificación. Asimismo, las singulares propiedades del corcho protegen al árbol y a su entorno de las condiciones extremas del clima mediterráneo, como la sequía, las altas temperaturas estivales y los incendios.
Por otro lado, la desaparición de alcornocales conllevaría un incremento aun mayor del despoblamiento rural y de los usos insostenibles de dichas extensiones. En la actualidad, España cuenta con alrededor de una cuarta parte mundial de alcornocales, ubicados principalmente en la costa mediterránea, Andalucía y Extremadura.
La lucha contra el cambio climático también se reduciría. El alcornocal «secuestra» el dióxido de carbono (CO2), un efecto aun mayor gracias al corcho. Según WWF, que ha puesto en marcha una campaña para salvar este material, el uso comercial del alcornoque produce cinco veces más corcho que un ejemplar intacto, lo que aumenta la absorción de CO2.
Por su parte, el Instituto del Corcho de la Junta de Extremadura (Iprocor) se apoya en varios estudios «independientes» para afirmar que la fabricación de mil tapones de corcho emite menos de cinco kilos de CO2 a la atmósfera, mientras que la misma cantidad de tapones de plástico y de rosca de aluminio supone más de 16 kilos y 37 kilos de CO2, respectivamente. En este sentido, un estudio de PricewaterhouseCoopers para la empresa corchera portuguesa Amorim señala que la fabricación de un tapón de plástico y uno de aluminio suponen, respectivamente, 10 y 25 veces más gases de efecto invernadero que un tapón de corcho. Asimismo, los tapones de corcho son totalmente reciclables y biodegradables, causando un menor impacto que los de plástico y aluminio.
Cómo salvar el corcho y los alcornoques
La fabricación de un tapón de plástico y uno de aluminio suponen, respectivamente, 10 y 25 veces más gases de efecto invernadero que un tapón de corchoLas medidas para evitar la desaparición de los alcornoques y el corcho son muy diversas:
- Concienciación de la industria vinícola, para que siga utilizando tapones con este material, y de la industria corchera, para que mantenga y mejore su calidad. Según WWF, la supervivencia futura de los bosques de alcornoques descansa en gran medida en el mercado del tapón de corcho.
- Protección, restauración y mejora de la gestión de los alcornocales. Por ejemplo, el sello del Consejo de Administración Forestal (FSC) certificaría los corchos que se han producido en bosques con una gestión social y ecológica responsable. El año pasado, la productora de tapones Espadán Corks y las bodegas Dagón, que utiliza tapones de la corchera Oret Subericultura, fueron las primeras empresas del sector en recibir el certificado FSC de toda Europa. Por su parte, la industria corchera ha puesto en marcha el Sistema de Certificación del Código Internacional de Buenas Prácticas Taponeras (Systecode), para garantizar la calidad del corcho.
- Creación de una ecotasa para gravar los tapones más perjudiciales con el medio ambiente. Se trata de una idea de Iprocor, que lo ha solicitado a la Unión Europea (UE).
- Elaboración de más investigaciones para mejorar la calidad de los alcornoques. Por ejemplo, investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), el Instituto Nacional de Investigación Agraria (INIA) y la empresa Tragsa han creado una técnica para seleccionar y conservar embriones de alcornoque de calidad, de manera que permitan regenerar los alcornocales.
Por su parte, los consumidores tienen también un importante papel, ya que pueden elegir botellas con estos tapones o productos con dicho material, especialmente los que lleven certificados de calidad y sostenibilidad ambiental, como el FSC o el Systecode. Asimismo, también pueden apoyar las iniciativas que tengan como objetivo conservar y mejorar estos hábitats únicos y denunciar posibles usos inadecuados de los mismos.
La utilización del corcho genera otros beneficios además de los medioambientales. Sólo en España, segundo productor de corcho tras Portugal, hay registradas unas 600 empresas dedicadas a la fabricación de productos con este material, que dan empleo a unas 3.000 personas. Sus responsables recuerdan que la producción del corcho, una vez cada 9 a 12 años, se obtiene por descortezamiento, sin cortar ni dañar al árbol, que puede vivir entre 170 y 200 años.
Si bien la producción de tapones ocupa mayoritariamente a este sector, con un 85% del volumen de negocio, industrias tan diversas como la naval, la de maquinaria, la vidriera y cerámica, la de la construcción, la química, la farmacéutica, la del calzado o la imprenta utilizan el corcho por sus propiedades aislantes, su ligereza o su flotabilidad. Incluso la NASA ha utilizado corcho en algunas misiones espaciales. Asimismo, los alcornoques son la base de diversas setas y plantas silvestres muy apreciadas, y su fruto, las bellotas, son el alimento de los cerdos ibéricos que dan lugar a los famosos jamones.
Por otra parte, los defensores de los tapones de corcho recuerdan que permiten la maduración del vino y que no son los causantes de que se pique. También aportan diversos estudios recientes que señalan la capacidad del corcho para mejorar el sabor del vino y para transmitir ciertas propiedades que contribuirían a reducir el riesgo cardiovascular y retrasar ciertas enfermedades degenerativas, aunque reconocen que sus efectos finales están aún por investigar. En cualquier caso, afirman que la gran mayoría de los consumidores prefiere el tapón de corcho frente al de plástico, según diversas encuestas internacionales.