El desarrollo sostenible significa no esquilmar los limitados recursos naturales, de manera que las próximas generaciones puedan también hacer uso de ellos. Aunque la idea no es nueva – ya en el siglo XVIII los fisiócratas franceses hablaban de ello – el término y la conciencia de tal hecho se gestaba a finales del siglo XX. En 1987, la Comisión de Medio Ambiente y Desarrollo de Naciones Unidas proponía el “Informe Brundtland” para unir los aspectos ambientales, económicos y sociales desde una perspectiva solidaria. Cinco años después, la Cumbre de la Tierra de Naciones Unidas establecía una Comisión para promover el Desarrollo Sostenible. El camino estaba abierto, y los Programas y Declaraciones para su impulso se sucederían desde entonces hasta nuestros días. Sin embargo, el agravamiento de los problemas medioambientales, económicos o sociales va en aumento, lo que significa que el actual desarrollo es cada vez más insostenible. Para cambiar esta tendencia, la sociedad, y los consumidores en particular, deberán asumir algunos cambios fundamentales, como la distribución igualitaria y el consumo responsable de los recursos naturales.
Desarrollo insostenible en el mundo y en España
El cambio climático, la sequía, el agotamiento de los recursos agrícolas o pesqueros, la reducción de la biodiversidad del planeta, la falta de agua, energía o alimentos para abastecer a toda la población mundial o la contaminación son la expresión de que algo no se está haciendo bien. Según Víctor Viñuales, director de la Fundación Ecología y Desarrollo, “cuando hablamos de problemas fundamentales para nuestro planeta, se trata en el fondo de construir un desarrollo sostenible”.
Cada vez más indicadores apuntan que la sociedad actual vive de manera insostenible. El informe Planeta Vivo de WWF/Adena asegura que la huella ecológica, que mide el impacto humano sobre el medio ambiente, ha crecido en los últimos años de tal forma que en 2050 se usará dos veces el valor de los recursos naturales del planeta “si no se han agotado antes”. El estudio de la organización ecologista estima que la situación no tiene visos de cambio a corto plazo y coloca en lo más alto de su lista de países con alto consumo per cápita de energía y recursos a Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos, Finlandia, Canadá, Kuwait, Australia, Estonia, Suecia, Nueva Zelanda y Noruega.
Por su parte, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) advertía recientemente a los delegados internacionales presentes en la conferencia de Nairobi (Kenia) sobre cambio climático que el consumo energético actual resulta “insostenible”. Según esta institución, las emisiones de CO2, causantes del efecto invernadero, han aumentado “mucho más de lo previsto”. Según sus cálculos, las contaminantes energías fósiles representarán en 2030 el 85% del consumo energético total. Antonio Lecuona, especialista en eficiencia energética asegura que vivimos en una sociedad ‘energéticamente obesa’: “Consumimos cien veces más que los países subdesarrollados. Hay que analizar dónde están los mayores atracones, y evitar que no se despilfarre”.
España, que se sitúa en el decimoquinto puesto de la ‘lista negra’ de WWF/Adena, padece varios elementos insostenibles críticos, según el Informe 2006 del Observatorio de la Sostenibilidad de España (OSE) : La escasa flexibilidad de la economía, que crece mediante presiones ambientales; una fuerte dependencia energética; el mal uso y destrucción del territorio; y una población creciente que se debate entre el progresivo envejecimiento y el aumento de la emigración.
Asimismo, el aumento incontrolado de las emisiones de gases de efecto invernadero y la carencia de datos sobre el agua unida al avance de la desertificación se subrayan también en el informe. No obstante, sus responsables aprecian motivos para la esperanza, como modestos avances en la implantación de impuestos para amortiguar los costes medioambientales, o el desarrollo de normativas e instituciones que velan cada vez más por la conservación de la naturaleza.
Cómo conseguir un desarrollo sostenible
La conservación de la naturaleza es una condición imprescindible para lograr un futuro mejor. En este sentido, los espacios naturales más emblemáticos, como las reservas de la biosfera, son “pequeños laboratorios del desarrollo sostenible”, según la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona. España cuenta con 33 de las 480 Reservas de la Biosfera mundiales, por lo que tiene una gran responsabilidad que asumir. Doñana, la mayor reserva ecológica de Europa, es todo un ejemplo a seguir, al ser el primer Espacio Natural español en poner en marcha un Plan de Desarrollo Sostenible.
Además de la conservación medioambiental, el crecimiento económico y la justicia social son los otros pilares básicos del desarrollo sostenible, según Isabel de Felipe, profesora de la Escuela de Ingenieros Agrónomos de la Universidad Politécnica de Madrid. “Guerras, efecto invernadero, hambre o destrucción de recursos naturales se alejan mucho de este ideal”, advierte.
Para evitar esta tendencia catastrofista, el estudio de WWF/Adena recomienda cambiar el estilo de vida en todo el planeta, mejorando la gestión y la distribución de los sistemas productivos y alimenticios, y reduciendo el uso de combustibles fósiles. Por su parte, el último informe anual del Instituto World Watch sobre la situación ambiental del mundo advierte de los peligros de que las dos superpotencias emergentes del siglo XXI, China e India, utilicen el mismo modelo de desarrollo insostenible de los países más avanzados. Por ello, los responsables del estudio instan a una mayor cooperación entre estos países, la Unión Europa (UE) y EEUU para el desarrollo de nuevos sistemas energéticos y de eficiencia en el uso de los recursos naturales.
José Santamarta, responsable de World Watch en España, explica que se trataría de utilizar sabiamente los recursos de petróleo, gas natural y carbón y organizar la transición hacia las energías renovables, especialmente el hidrógeno. “Hay multitud de trabajos que indican que a finales del siglo XXI el consumo energético mundial se podrá basar en energías renovables”, afirma.
Asimismo, los expertos apuntan a otra serie de variables para mejorar. Según un estudio internacional sobre desarrollo sostenible realizado por Globescan, agencia encuestadora de opinión pública, el 88% de los expertos consultados opina que las empresas pueden aportar más. En este sentido, la Responsabilidad Social Corporativa (RSC)
debería ser un elemento fundamental de todas las compañías, algo que no es en absoluto incompatible con la generación de beneficios. Como apunta Cristina García-Orcoyen, Directora de la Fundación Entorno, “no conozco un solo caso de empresario que por cumplir con el medio ambiente haya fracasado o gane menos dinero”.
La construcción es una de las actividades económicas con mayor impacto ambiental, tanto en consumo de recursos naturales y territoriales como por su contribución al aumento de emisiones contaminantes. Por ello, el criterio de sostenibilidad es también clave en este sector. La gestión eficiente de la energía y del agua, la utilización de materiales de construcción naturales y ecológicos, o la asunción de criterios bioclimáticos son algunos de los factores que una construcción sostenible debería tener.
En cuanto a las casas ecológicas, a pesar de sus ventajas, continúan siendo una excepción. Unos costes iniciales mayores -que acaban amortizándose en pocos años- y la falta de materiales ecológicos y profesionales disponibles en el mercado explicarían el freno a su expansión. Josep María Riba, presidente de la Asociación Casa Bioclimática, asegura que “hace falta una crisis en el boom inmobiliario para que se adopten sistemas de ahorro energético”.
En cualquier caso, la experiencia de las últimas décadas demuestra que no resulta fácil cambiar las inercias de este sector, y que se requiere la implicación de toda la sociedad. A pesar del aparente inmovilismo del sector, normativas como el Código Técnico de la Edificación o la nueva Ley del Suelo podrían ofrecer síntomas de cambio. La Agenda 21, un plan de trabajo compartido por ciudades de todo el mundo para el aumento de la sostenibilidad, puede ser también decisivo. Asimismo, las instituciones pueden promover todo tipo de iniciativas que vayan por la misma línea. Por ejemplo, el Programa Concerto de la UE propone integrar eco-edificios y energías renovables. España, con cinco ciudades (Tudela, San Sebastián, Zaragoza, Viladecans y Cerdanyola del Vallés) es el país europeo con mayor presencia en este Programa.
El transporte es otro de los grandes caballos de batalla del desarrollo sostenible. Según algunas previsiones, para 2030 habrá 1.400 millones de vehículos en el mundo, lo que puede llegar a ser intolerable en materia de consumo energético, contaminación o para la habitabilidad de las ciudades. El Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD) indica que las soluciones podrían obligar a fabricar vehículos más ecológicos, muy diferentes de los actuales, y que los países en vías de desarrollo no reproduzcan los problemas de las naciones más avanzadas.
Por su parte, el gran crecimiento del turismo es otra de las grandes amenazas para el desarrollo sostenible, al acelerar algunos de los principales problemas medioambientales, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y de espacios naturales, o el uso desmedido de los recursos naturales, según fuentes del Ministerio de Medio Ambiente (MMA). En este sentido, por ejemplo, un turista consume un 7% más de agua que un habitante de su destino de vacaciones. Por ello, el turismo ecológico se presenta como una alternativa respetuosa con la naturaleza, basada en el desarrollo sostenible, que ofrece una opción más ecológica y saludable, y una mejora de las comunidades locales e indígenas, evitando su desaparición.
En cuanto a las nuevas tecnologías, instituciones como la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las consideran indispensables en el camino hacia la sostenibilidad. En una reciente conferencia sobre desarrollo y comunicaciones, la FAO recomendaba reducir la brecha digital y fomentar el avance de las Tecnologías de la Comunicación e Información entre todos los ciudadanos.
Qué pueden hacer los consumidores
La Década de la Educación para el Desarrollo Sostenible (2005-2014), una iniciativa creada por Naciones Unidas y promovida por UNESCO, considera esencial que el conjunto de la ciudadanía asuma un papel activo en los cambios que hagan posible la supervivencia de la humanidad y la universalización de los Derechos Humanos. Víctor Viñuales asegura que los consumidores “podemos y debemos empujar la sostenibilidad con nuestras decisiones de compra. Las minorías han puesto en marcha siempre los cambios en la historia. Un 10% de consumidores conscientes puede remodelar el modelo de producción”.
Según la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF), el consumo de los hogares es uno de los mayores responsables de los problemas medioambientales más importantes. Por ello, esta asociación ponía en marcha recientemente una campaña sobre la necesidad del consumo responsable como manera de avanzar en el desarrollo sostenible. Dentro de esta campaña, sus responsables ofrecen un ‘ecotest‘ para que los consumidores averigüen qué tipo de consumo practican y cómo pueden mejorar y reducir su impacto sobre el entorno.
Por su parte, la Fundación Vida Sostenible ofrece también información para poner en práctica un estilo de vida sostenible, y encuestas para que los consumidores conozcan su huella ecológica, de manera que puedan reducir el consumo de energía o agua, hacer un uso sostenible del transporte, o mejorar la gestión de los residuos domésticos.
La sensibilización por los temas medioambientales de la sociedad, especialmente de sus miembros más jóvenes, es también un elemento clave. En este sentido, resulta especialmente llamativo un reciente estudio de Ecologistas en Acción, que concluye que los actuales contenidos de los libros escolares, así como su propia elaboración y edición, “suspenden en sostenibilidad”. Luís Adolfo Desdentado, miembro de la Asociación Española de Evaluación de Impacto Ambiental, considera indispensable “que los consumidores sepan que la tierra es única y para todos; que conozcan qué es el desarrollo sostenible del que se habla tanto y lo poco que se practica; que con nuestras prácticas de consumo y eliminación -las dos alas del desarrollo sostenible- todos podemos contribuir a la mejora del medio ambiente; que exijamos a los que nos piden el voto que velen por el medio ambiente y que una vez se lo hayamos dado, vigilemos que cumplan”.
Sin embargo, en opinión de Cristina García-Orcoyen, los consumidores españoles no piden con suficiente claridad productos ambientalmente correctos, ni llevan un modo de vida consciente de los temas medioambientales. “Cuando una persona se compra un coche, no debería preocuparse tanto por la potencia, sino por cómo se ha construido, si las piezas son reciclables o qué emisiones contaminantes tiene”. Por ello, Isabel de Felipe considera que el desarrollo sostenible implica pragmatismo para no caer en la crítica destructiva o en la euforia excesiva. En este sentido, propone una programación en etapas, que distinga entre lo deseable y lo factible.