Limones argentinos, guisantes kenianos, espárragos chinos… Frente a los productos que viajan miles de kilómetros hasta llegar al consumidor, los productos de “kilómetro cero”, también conocidos como de “proximidad” o de “cadena corta”, se elaboran y comercializan de forma local. Los productos son así más frescos y cercanos a los consumidores, a la vez que la huella ecológica se reduce. Eroski apuesta desde hace un año entre sus objetivos por lo local. Este artículo señala las ventajas de los productos de kilómetro cero y los productos de kilómetro cero con etiqueta.
Ventajas de los productos de kilómetro cero
Los consumidores reclaman cada vez más «alimentos de calidad, frescos y locales», según un informe de la Comisión EuropeaAl poner el acento sobre la distancia, los defensores del kilómetro cero destacan la importancia de que productores y consumidores estén lo más cerca posible, en un radio de acción de 100 kilómetros como máximo. Se apunta al movimiento «Slow Food« («comida lenta», por oposición al «fast food» o «comida rápida»), puesto en marcha en 1986 por el italiano Carlo Petrini, como impulsor del concepto.
Países como Reino Unido, Francia o Italia apuestan cada vez más por este tipo de producción y consumo local para beneficiarse de sus ventajas:
- Ecológicas: El transporte internacional de productos supone un impacto ambiental en forma de contaminación, emisiones de gases de efecto invernadero implicados en el cambio climático, generación de residuos por la necesidad de un mayor embalaje, el desperdicio de alimentos o el movimiento de especies de otros lugares que se convierten en invasoras al llegar al nuevo terreno. Al acortar las distancias, la huella ecológica en los productos de kilómetro cero es muchísimo menor. Asimismo, el apoyo a la producción local supone defender la biodiversidad doméstica, puesta en peligro, al procurar la supervivencia de las especies autóctonas.
- Gastronómicas: Los productos alimenticios recién extraídos, como frutas o verduras, tienen más propiedades y un mejor sabor y olor, al estar frescos. Además, no tienen que recibir los tratamientos de conservación o congelación que requieren los traídos desde lejos. Se protege así también la elaboración de platos típicos basados en productos locales.
- Económicas: Se mantiene y refuerza la economía local, en especial los pequeños y medianos productores, que pueden así conservar las variedades autóctonas. Una población que mantiene el empleo de forma local beneficia a toda la comunidad. Por otra parte, el consumidor puede convertirse en productor, por lo menos de algunos de sus alimentos, si cultiva en un huerto urbano. De esta manera, además de practicar un hobby saludable y ecológico, se ahorra dinero en la cesta de la compra.
- Sociales: Los ciudadanos se preocupan cada vez más de la forma en la que consumen. A su vez, quieren estar más informados sobre el origen de los productos y los métodos de elaboración. Los productos de kilómetro cero encajan más con esta manera de consumir.
Productos de kilómetro cero con etiqueta
Las etiquetas o certificados son una de las principales formas que tienen los consumidores de comprobar la información sobre un producto. Conscientes de ello, los responsables de productos ecológicos tienen varios de estos distintivos. En el caso de los productos de kilómetro cero, hay diversas iniciativas para disponer de un etiquetado específico.
A finales de 2013, la Comisión Europea (CE) publicó un informe en el que proponía la creación en la Unión Europea (UE) de un etiquetado de productos agrícolas que se vendan a nivel local o de forma directa. Sus responsables señalaban las ventajas de este sistema para los productores locales y para satisfacer las expectativas de los consumidores.
El informe de la CE indicaba que los consumidores de la UE solicitan cada vez más «alimentos de calidad, frescos y locales». Valoraba su importancia para reducir emisiones de gases de efecto invernadero, implicados en el cambio climático, y el desperdicio de comida.
Desde los restaurantes Slow Food que propugnan esta forma de comer despacio se consumen productos locales y animan al resto a que sigan su ejemplo. Para ello, disponen de una etiqueta que certifica que se ajustan a las características del kilómetro cero, de forma que sus clientes puedan saberlo. Entre las características que deben reunir para conseguir el sello figura tener al menos cinco platos «km 0» y que, como mínimo, el 40% de sus ingredientes sean locales (imprescindible el principal), reciclar los residuos generados y que el chef, por lo menos, sea socio del movimiento «Slow Food».
La Asociación Agraria Jóvenes Agricultores (ASAJA), con el apoyo de la Generalitat de Cataluña, ponía en marcha el año pasado el proyecto «km 0, hecho al lado de casa» para promocionar los productos locales en todos los puntos de venta alimenticios, restaurantes, comedores escolares y de empresa de esa comunidad autónoma. Desde su página web se pueden hacer también pedidos de productos etiquetados con esta distinción. El importe mínimo debe ser de 40 euros, más 6 euros de gastos de envío (que no se cargan para pedidos superiores a 100 euros).