Reducir, reutilizar y reciclar son las tres erres básicas del consumidor ecológico. Su orden se establece de mayor a menor importancia y, por tanto, la reducción del consumo de recursos es la mejor forma de cuidar el medio ambiente y nuestro bolsillo. Este artículo explica por qué es tan importante reducir y ofrece consejos para conseguirlo y, de paso, ahorrar dinero.
Por qué es tan importante reducir
La regla de las tres erres es una propuesta del ecologismo para fomentar hábitos de consumo respetuosos con el medio ambiente. Las tres erres se ordenan según las prioridades: lo más importante es reducir el uso de recursos, después reutilizar los productos para darles una vida útil más larga y, una vez que el producto no se puede emplear más, reciclarlo de forma adecuada.
Reducir es la acción más importante que los consumidores pueden hacer por el medio ambientePor tanto, reducir, hacer uso de la menor cantidad de recursos naturales posibles, es la acción más importante que los consumidores pueden hacer por el medio ambiente. La idea no es que no se consuma nada, sino hacerlo de manera sostenible. Los productos de usar y tirar o los que llevan un empaquetado excesivo son los primeros de la lista que deberían evitarse, y disminuir así su impacto.
Reducir contribuye también a combatir otro problema ambiental cada vez más grave, el de los residuos. La cantidad de basura generada en todo el mundo no deja de crecer. Por ello, las instituciones europeas se han propuesto convertir a los Estados miembros en una economía circular que disminuya la demanda de recursos escasos y con el objetivo del residuo cero.
Consejos para reducir y ahorrar
Los consumidores pueden reducir, y de paso ahorrar dinero, gracias a varios consejos prácticos aplicables en los bienes de uso más cotidiano:
Agua:
La instalación de dispositivos específicos que evitan pérdidas y disminuyen el consumo, como los perlizadores, las griferías monomando o los cartuchos termoestáticos, contribuyen a controlar la utilización del agua y a que la factura sea menor. La aplicación de hábitos más sostenibles, como ducharse en vez de bañarse, no dejar abierto el grifo o usar cisternas con consumo variable en función del empleo que se las dé, sirve también de gran ayuda.
Los electrodomésticos que utilizan agua, como lavadoras o lavavajillas, han mejorado en los últimos años y ya consumen menos que realizar sus funciones de forma manual. A la hora de comprar uno, es conveniente fijarse en los consumos de agua de los diferentes modelos.
El agua virtual, es decir, la consumida para elaborar, empaquetar y transportar los productos de consumo, supone un enorme impacto muchas veces desconocido: una camiseta de algodón requiere 4.100 litros de agua.
Alimentos:
Un tercio de la producción alimentaria mundial para consumo humano, más de 1.000 millones de toneladas, se pierde o se desecha, con un coste de más de 550.000 millones de euros, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Diversas medidas pueden reducir el desperdicio de alimentos y su impacto en el medio ambiente: organizar bien las compras o programar el consumo de alimentos para que no se estropeen; mejorar la cadena productiva; apoyar a los productores para que logren una gestión sostenible; no fijar como prioridad la apariencia de los alimentos; reducir los modelos de consumo que incitan al derroche, como los restaurantes de bufé libre; crear canales de cooperación entre comercios y ONG para aprovechar productos; o aumentar la conciencia ambiental.
Energía:
Al reducir el gasto energético se paga menos por unas facturas que no dejan de subir, y disminuye nuestro impacto ambiental. El consumo de energía supone el uso de combustibles fósiles, emisiones contaminantes y gases de efecto invernadero, etc.
Los consejos para disminuir el consumo de energía son muy diversos. Algunos conllevan una inversión inicial, pero se amortiza con creces: aislar bien la vivienda; no abusar de los sistemas de climatización; utilizar aparatos eficientes (bombillas de bajo consumo, electrodomésticos de clase A o superior); evitar el modo en reposo («stand-by») de los aparatos electrónicos y, en general, cualquier sistema eléctrico que no se use; hacer la colada con programas de agua fría; instalar sistemas ecológicos inteligentes, etc.
La energía consumida como combustible también se puede reducir de diversas maneras: si no se puede evitar el empleo del coche privado, al menos conducir de forma «ecológica», utilizar el transporte público, ir a pie o en bicicleta siempre que se pueda o combinar estos medios de transporte sostenibles.