El cambio climático antropogénico, es decir, el que se produce como consecuencia de la actividad humana y, sobre todo, por la emisión de gases de efecto invernadero, es un problema global que nos afecta a todos. La escasez de lluvias en España se ha convertido en una preocupación cada vez más acuciante, especialmente en los últimos años, y abril de 2023 es un ejemplo de ello. Suele ser el cuarto mes más lluvioso del año, por detrás de los meses de otoño. Las lluvias primaverales coinciden con el periodo de crecimiento de muchas especies de cultivo, por lo que son imprescindibles para una buena cosecha en verano.
Pero, según los datos recopilados por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), abril de 2023 ha sido calificado como el más cálido y seco de toda la serie histórica, desde 1961. La anomalía térmica ha sido superior a tres grados por encima de la temperatura media histórica. Durante ese periodo, solo llovió el 22 % del agua que se esperaba. Así, son ya tres años de escasez de lluvias. Además, cuando llueve la tendencia es que sea de manera torrencial y el agua no se retiene.
Las soluciones para la sequía y sus problemas
Aunque se han planteado muchas soluciones al problema de la sequía, en algunos casos resultan ser solo arreglos a corto plazo.
➡️ Los trasvases de agua
Un ejemplo son los trasvases, que consisten en transferir agua de la cuenca de un río a otro a través de obras hidráulicas. Según un estudio de Carles Ibáñez, actual director científico del Centro en Resiliencia Climática (CRC) —una iniciativa impulsada por el Centro Tecnológico de Cataluña para luchar contra la emergencia climática—, los trasvases pueden aliviar la escasez de agua de forma temporal y solo en ciertas áreas, pero tiene graves impactos ambientales.
- Un trasvase impide el paso de fauna a través de la infraestructura y reduce la diversidad de los ecosistemas acuáticos. Si hay especies invasoras en una cuenca, el trasvase facilitará su expansión.
- Además, el río que recibe el agua aumenta de volumen para el que no está preparado, por lo que se incrementa la erosión.
- La cuenca donante, por su parte, pierde caudal y llega menos agua a la desembocadura. Esto hace que el agua del mar invada esos terrenos, lo que implica la salinización del suelo con el consiguiente daño ecológico.
➡️ Las desalinizadoras del agua de mar
Otra posible solución es la desalinización del agua de mar. Pero esta técnica aún presenta grandes desafíos en términos energéticos y de eficiencia, y genera impactos ambientales que tampoco hay que ignorar.
Según cálculos realizados en 2018 por investigadores de la Universidad de Florida y de la Universidad de Maryland (EE. UU.), una planta desalinizadora consume, de media, en torno a 4 kWh de energía por metro cúbico de agua. En algunos países con acceso al agua muy restringido, como Arabia Saudí o Kuwait, entre el 50 % y el 70 % de la energía eléctrica que produce el país se destina a las plantas de desalinización y la mayor parte de esa electricidad procede de plantas térmicas, que consumen petróleo y emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
Además, la descarga de la salmuera —residuo de la desalinización— genera un exceso de salinidad en el entorno marino y causa graves impactos a la biodiversidad litoral. Si la desalinizadora emplea métodos térmicos, esa salmuera sale a una temperatura muy elevada, que también genera daños sobre la vida marina.
➡️ Los acuíferos
Respecto a los cultivos de regadío, habitualmente se abastecen de agua procedente de acuíferos, cuya regeneración es lenta, más aún en tiempos de sequía.
Es el caso de Doñana. En su entorno se localizan más de 3.500 hectáreas dedicadas al regadío, la mayoría obtiene el agua de riego del acuífero que nutre el Parque Nacional, y una proporción importante del agua de riego procede de pozos ilegales. Según Eloy Revilla, director de la Estación Biológica de Doñana del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), “es necesario reducir de forma urgente la cantidad de agua que se extrae del acuífero hasta unos niveles que permitan el inicio de su recuperación. Solo así, su explotación podrá ser sostenible a corto, medio y largo plazo”. Reducir la demanda de agua de estas áreas se convierte en una necesidad urgente, que se puede satisfacer cambiando, por ejemplo, el modelo de producción agrícola.
En todo caso, y de forma más general, es necesario implementar medidas que aseguren una mejor captación y almacenamiento del agua: el desarrollo de tecnologías y prácticas que promuevan un uso mucho más racional, eficiente y sostenible de este recurso vital, como cambiar la producción de alimentos de regadío por secano, evitar despilfarros superfluos de agua o emplear la mejora genética en las plantas para que los cultivos sean más tolerantes a la sequía. Es fundamental adoptar comportamientos responsables en las prácticas agrícolas, ganaderas, industriales, empresariales y en nuestra vida cotidiana. La sequía es un efecto del cambio climático y cualquier acción dirigida a mitigar sus efectos, suma.
¿Qué podemos hacer como consumidores?
El cambio climático es un efecto global, aunque sus causas y consecuencias están distribuidas de forma muy desigual. La mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero son emitidas por unos pocos países, unas pocas empresas y ciertos estilos de vida de una minoría de personas.
💧 Pequeños gestos
Como consumidores, no obstante, podemos contribuir al ahorro de agua en nuestra vida cotidiana. Pequeños gestos que, si se generalizan, pueden marcar una diferencia. Algunas acciones simples son por todos conocidas:
- cerrar el grifo cuando no es necesario.
- optar por una ducha en lugar de un baño.
- emplear los electrodomésticos en su modo más eficiente.
- reutilizar el agua de algunas actividades, como regar las plantas con el agua de hervir verduras o huevos sin aceite ni sal.
- limpiar el suelo con el agua recogida del lavabo o de la ducha.
💧 Alimentación
Pero además de estos pequeños gestos, tenemos en nuestra mano la capacidad de influir en el impacto sobre el recurso hídrico, a través de nuestro propio consumo. Evitar la compra de productos con una huella hídrica elevada y optar por alternativas más sostenibles es, probablemente, una de las medidas más efectivas. Priorizar los productos de temporada, de secano o cultivados en zonas sin problemas de abastecimiento de agua es una alternativa más sostenible.
En lo que a alimentación se refiere, hay que recordar la enorme importancia de evitar desperdicios innecesarios: hasta un 30 % de la comida que se compra en España acaba en la basura y, con ella, toda el agua que se ha utilizado en su producción.
💧 Ropa
Los cambios en el consumo de ropa también pueden marcar una diferencia notable. Aunque el algodón es la fibra natural más utilizada, también presenta una huella hídrica muy elevada. La ropa de diario de una persona promedio puede tener una huella hídrica de más de 15.000 litros.
Por eso, cuidar las prendas para que duren lo máximo posible, arreglarlas cuando se rompan, evitar comprar ropa que no nos pondremos y, cuando no las usemos, regalarla o donarla son algunas de las posibles soluciones.
💧 Turismo
También podemos reducir nuestra huella hídrica, si elegimos unas vacaciones más sostenibles: turismo cultural o opciones de playa o montaña…
Algunos centros vacacionales suponen un gasto excesivo de agua, como los grandes resorts, parques acuáticos o campos de golf. Estos últimos, por ejemplo, no solo tienen un gran impacto ambiental en el momento de su construcción, sino que su mantenimiento requiere unas cantidades de agua muy elevadas. Un campo de golf de 18 hoyos puede consumir en un solo día lo que un hogar español promedio consume durante 25 años, según un estudio de 2014 del investigador Carlos Peña, de la Universidad de La Salle (Colombia). Las piscinas privadas, por su condición exclusiva, también consumen grandes cantidades de agua por persona; en este caso, son preferibles las piscinas públicas.