El dióxido de carbono (CO2) emitido por la actividad humana es uno de los principales responsables del efecto invernadero. Para evitar que llegue a la atmósfera, los científicos barajan diversas tecnologías que permitan capturarlo en las industrias donde se genera, transportarlo y almacenarlo en el mar o bajo tierra.
En la reciente conferencia sobre el clima, celebrada en Nairobi (Kenia), algunos países han defendido este procedimiento como manera de obtener créditos para emitir CO2 y como posible proyecto de Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL). Asimismo, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC en sus siglas inglesas), un equipo de expertos creado por Naciones Unidas, subraya el futuro prometedor para las empresas especializadas en tecnologías eficientes en carbono, con un mercado que podría alcanzar los 500.000 millones de euros en 2050.
Por ello, no es de extrañar que países como Estados Unidos, la Unión Europea, Australia, Japón o China aumenten sus inversiones en diversos proyectos para cubrir las distintas posibilidades tecnológicas de captura, transporte y almacenamiento del CO2. En Estados Unidos, el proyecto «Futurgen» plantea la captura del CO2 procedente de la producción de electricidad e hidrógeno a partir del carbón. Por su parte, los responsables de «Weyburn» secuestran el CO2 emitido en una planta de gasificación de carbón norteamericana para su posterior transporte y almacenamiento en una reserva activa de petróleo en Canadá, que también financia la investigación.
La UE ha triplicado la financiación de este tipo de investigaciones, y alberga gran variedad de proyectosPor su parte, la UE ha triplicado la financiación de este tipo de investigaciones, y alberga gran variedad de proyectos que tratan de cubrir todas las posibles opciones. Por ejemplo, la ciudad danesa de Esbjerg inauguraba en marzo de este año, dentro del proyecto «Castor», la mayor planta del mundo de almacenamiento de CO2 bajo tierra. Fruto del trabajo de 30 socios industriales y diversos centros de investigación de 11 países europeos, sus responsables pretenden recoger el 90% del CO2 de las centrales térmicas de carbón y hacer competitiva esta tecnología.
Asimismo, los científicos atesoran muchas esperanzas en el Mar del Norte. La empresa noruega Statoil viene bombeando desde 1996 varios millones de toneladas de este gas a una capa de arenisca situada a 700 metros bajo el lecho marino. En este sentido, los expertos destacan las posibilidades de las formaciones geológicas que en pasado fueron reservas de petróleo y gas. Por otra parte, los responsables del proyecto europeo «Gestco» se centran en un gran acuífero de aquella zona, que permitiría inyectar todo el CO2 europeo durante los próximos cincuenta o cien años.
En cuanto a España, los expertos reconocen que, a pesar de las iniciativas de Elcogás, el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), el Instituto Nacional del Carbón (INCAR) o el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), se sufre un cierto retraso. Además, añaden, la antigüedad de las centrales térmicas dificulta la asunción de esta tecnología.
En cualquier caso, los expertos recuerdan que estos sistemas no son competitivos en la actualidad, debido a sus elevados costes. A pesar de ello, sostienen, el desarrollo tecnológico podría hacerlas viables dentro de dos décadas, reduciendo con ello a la mitad las emisiones mundiales de CO2.
Por su parte, algunos grupos ecologistas subrayan los aspectos negativos de estas tecnologías, como el peligro de acidificar los mares al incrementar su absorción de CO2, o la falta de seguridad. Sin embargo, los expertos aseguran que el CO2 no es explosivo y que no podrá contaminar al quedar confinado en sitios estancos y vigilados. Algunos especialistas hablan incluso de la construcción de futuros «ceoductos» para transportar este gas a presión tras ser capturado. Asimismo, los ecologistas recalcan que en ningún caso deberían servir para eludir los compromisos de reducción de emisiones y la apuesta por las energías renovables.
Algunos científicos van incluso más allá del mero almacenamiento de este gas, y proponen convertirlo en combustible ecológico. Por ejemplo, un equipo de ingenieros, dentro del proyecto europeo STREP – ELCAT, ha descubierto un sistema para transformar el CO2 en combustible, que podría utilizarse incluso en naves espaciales. Aunque el proceso sólo ha convertido un 1% del CO2, sus responsables aseguran que el desarrollo de esta tecnología podría permitir su aprovechamiento industrial dentro de una década.
Por su parte, científicos de las Universidades de Sevilla y Almería trabajan en un proyecto que permita utilizar microalgas para eliminar el CO2 y reutilizar los productos resultantes del proceso como biocombustible, reduciendo de paso el consumo de combustibles fósiles.