Los efectos que nuestras acciones tienen sobre la naturaleza y el resto de la sociedad van más allá de lo evidente e incluso llegan hasta el retrete de nuestra propia casa. Es lo que ocurre al tirar toallitas húmedas al inodoro, una mala práctica que genera graves problemas de orden ambiental, económico y de salud al atascar o contaminar el sistema sanitario de las ciudades. Un ejemplo ilustrativo lo vivieron los vecinos de Ibiza en 2017, cuando una bola de toallitas húmedas bloqueó el sistema de depuración de la isla y terminó vertiendo las aguas fecales al mar. Un par de años después, también saltó la alarma en la ciudad de Valencia, que tuvo que destinar más de ocho millones de euros a desatascar sus cañerías, repletas de este producto de higiene. A continuación te explicamos cómo nuevas normas intentan poner freno a esta contaminación.
¿Toallitas húmedas o papel higiénico húmedo?
La ausencia de una reglamentación clara sobre qué productos son desintegrables en la red de saneamiento ha provocado que se utilice este término sin un rigor preciso y ha generado confusión entre los consumidores. También existen dudas sobre los distintos productos que existen en el mercado y se suele confundir el papel higiénico húmedo con las toallitas.
- El papel higiénico húmedo suele estar fabricado con fibras naturales de origen vegetal, por lo que se desintegra en el agua de forma más rápida que las toallitas higiénicas.
- Las toallitas contienen también fibras artificiales, lo que hace que no desaparezcan de los ecosistemas tan rápido como sucede con el papel higiénico, por lo que quedan microfibras y microplásticos. Estos pequeños trozos tienen un impacto ambiental considerable al llegar a la naturaleza de forma masiva a través de vertidos incontrolados.
Para luchar contra el llamado monstruo de las toallitas, bautizado así por su aspecto de masa grasienta, la Asociación Española de Normalización, con la participación de fabricantes y empresas del sector de los saneamientos, elaboró la norma UNE 149002:2019, que establece los requisitos para distinguir los productos desechables por el váter de los que no lo son. Estos criterios se materializan en un logo de dos colores, visible en el frontal de los envases y con un diseño común en toda la industria:
- El verde indica que es apto para su correcta eliminación a través del retrete.
- El rojo advierte de que en ningún caso deberán acabar en el váter, sino en la papelera.
Imagen: Eroski Consumer
“Estos dibujos ayudan a los consumidores a identificar las toallitas aptas y evitar así graves problemas medioambientales y económicos”, explica Fernando Morcillo, director de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamientos (AEAS).
Para lograr el logo verde, las toallitas deben superar cinco pruebas de laboratorio, relacionadas con su composición, dispersión, desintegración, sedimentación y biodegradación. “Se puede resumir en que estos productos no contengan materiales plásticos, no floten y sean capaces de desintegrarse, para no atascar ni obstruir las redes de saneamiento público”, aclara Judit Sisternes, responsable de Gestión de Productos para la Salud e Higiene del Instituto Tecnológico Textil (Aitex), el único laboratorio español que realiza dichas pruebas.
Es importante puntualizar que esta norma no es de obligado cumplimiento, “pero nuestra sensación es que muchos fabricantes la están asumiendo de forma voluntaria”, matiza esta experta. Hay que tener en cuenta, además, que a partir del 3 de julio de 2021 las toallitas, compresas y tampones que contengan plástico deberán tener un logo marcado en el envase que lo especifique, así como indicaciones para gestionar de modo correcto su residuo.
¿Son biodegradables las toallitas húmedas?
Además de servir de guía en la compra, esta norma también evita que los fabricantes puedan utilizar reclamos engañosos en sus productos, creando confusión entre los consumidores. ¿Si el envase dice que es biodegradable implica que es respetuoso con el medio ambiente? No exactamente.
Este concepto tan utilizado solo indica que un material puede ser desintegrado por la acción biológica de seres vivos, como microorganismos, hongos, plantas o animales. Aunque es una característica favorable, no indica una bondad absoluta del producto, ni que el proceso sea rápido. Según el director de AEAS, para que sean biodegradables y no den problemas, tienen que descomponerse en un plazo de entre cinco y 30 días. Pero cuando la toallita incluye materiales sintéticos para aportar resistencia, la degradación es muy lenta y puede demorarse hasta cientos de años.
Por eso, es importante diferenciar esta palabra de otras muy empleadas en este contexto. Por ejemplo, cuando se indica que un producto es desintegrable, quiere decir que se diluye rápidamente al entrar en contacto con el agua. Si es desechable, está pensado para usarse una única vez y después tirarlo, en ocasiones, en el inodoro y, en otras, en la papelera. Y en algunos envases también se hace referencia al término inglés flushable, utilizado para indicar que se puede depositar en el váter.
Toallitas al váter: el impacto económico
Si la simple fabricación de productos de usar y tirar ya deja huella en nuestro entorno, cuando se arrojan al retrete los costes se disparan. “Cuando una cañería se atasca, aumenta el riesgo de un posible vertido de aguas residuales a los ríos, arroyos y al mar, y se puede tardar días en descubrirlo y ponerle solución”, lamenta Morcillo, director de la AEAS. A esto se suma que el desatasco es un trabajo que normalmente se realiza a mano, lo que genera problemas de higiene y salud para los propios operarios, que deben utilizar trajes especiales.
Imagen: cocoparisienne
Pero, además, estos atolladeros causan daños en las redes de saneamiento por valores millonarios. La Asociación Europea de Empresas de Abastecimiento y Saneamiento calcula que ocasionan un gasto de entre 500 y 1.000 millones de euros anuales en todo el continente. A nivel nacional, AEAS estima que las estaciones depuradoras de aguas residuales recogen unos 10 kilos al año de toallitas por persona (incluidos los residuos orgánicos que se pegan por el camino). Como consecuencia, limpiar y arreglar las roturas en la red de saneamiento nos cuesta a cada ciudadano unos cinco euros al año. Un gasto cercano a los 120 millones de euros anuales que acaba repercutiendo en los recibos del agua que pagan los usuarios como parte del coste de los servicios que reciben. Por hacer un cálculo rápido, en una ciudad de un millón de habitantes se invierten cerca de cinco millones de euros anuales para este cometido. Y en un bloque de pisos en el que residan, por ejemplo, 60 vecinos, se generarían 600 kilos anuales de toallitas y pagarían 300 euros al año para solucionar los problemas de su incorrecta disposición.
Además, a raíz de la pandemia de la covid-19 se ha disparado la venta de las toallitas, seguramente a consecuencia de la concienciación con la higiene. Durante los meses de confinamiento, este crecimiento llegó hasta el 49 %, un dato muy preocupante para la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEOPAS) y para organizaciones ecologistas como Greenpeace. En Cádiz, por ejemplo, ya han dado la voz de alarma ante el aumento de las incidencias relacionadas con la retirada de estas toallitas de su red de saneamiento, un 15 % más que antes de marzo, cuando estalló la crisis. La empresa de aguas gaditana asegura que de las 650 toneladas de residuos que retira al año de su red de alcantarillado, 450 son de toallitas húmedas no biodegradables.
“Los gestores temen que esto pueda ser la punta del iceberg de un problema que se está generando hoy en todas las redes de evacuación de aguas residuales del país. Y llegado el momento, bien por atasco, averías, colapso o avenidas de agua pluviales, puede generar dificultades muy importantes en el sostenimiento del sistema de saneamiento de las aguas residuales de nuestras ciudades. Incluso provocar un problema de salud pública de primer orden”, advierte desde Greenpeace el experto en tratamiento de residuos Julio Barea.
Otro de los problemas que generan los microplásticos de las toallitas son los graves daños que causan a la fauna marina. En la actualidad, unas 700 especies de organismos marinos se ven afectados por contaminación plástica. Cada año, más de un millón de aves y más de 100.000 mamíferos marinos mueren como consecuencia de todos los plásticos que llegan al mar, entre ellos los restos de toallitas, cada vez más abundantes.