Las sociedades de insectos representan un ejemplo fundamental cuando se habla de cooperación. De todos es conocida la extrema colaboración imperante en las colonias de hormigas, sobre todo entre las obreras, perfectamente organizadas para realizar la recolección de alimentos y el cuidado y la defensa del hormiguero. Sin embargo, su quehacer diario provoca la búsqueda de intereses egoístas por parte de alguno de sus miembros.
Así lo revela un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Helsinki (Finlandia) y publicado en el último número de la revista «Nature», que constata la existencia de comportamientos de nepotismo (preferencia hacia los parientes) entre las hormigas obreras de aquellas especies donde las colonias están lideradas por varias reinas y en donde, por tanto, las obreras descienden de reinas diferentes.
A partir del estudio de colonias encabezadas por dos reinas de la especie Formica fusta, los investigadores concluyen que las hormigas obreras favorecen a sus parientes más cercanos cuando cuidan y crían de los huevos y las larvas. Este comportamiento de nepotismo no sólo indica que las obreras son capaces de detectar las relaciones de parentesco, sino también que persiguen intereses egoístas, como que sean sus genes los que pasen a la siguiente generación.
Las reinas tienen como única misión la puesta de huevos. Las larvas son cuidadas y alimentadas por las obreras hasta que tras la pupación (metamorfosis) se conviertan en machos, obreras o nuevas reinas. Teniendo en cuenta que las hembras que en su estado larvario reciben una alimentación especial se convertirán en las futuras reinas fundadoras de nuevos hormigueros, las obreras tienen en su mano el destino de su colonia. Por tanto, de la discriminación que en sus cuidados a las larvas realicen las hormigas obreras dependerá que sus genes pasen a la siguiente generación.
La evidencia de un comportamiento de nepotismo similar en insectos sólo se había podido demostrar hasta ahora en las abejas.