Los glaciares son el mejor termómetro para medir el calentamiento global. Por ello, abundan los estudios sobre el deshielo de estas masas heladas en el Ártico o en los Alpes, pero no en el Himalaya. Esto no deja de ser paradójico porque la cordillera montañosa donde se alza el Everest abarca la tercera mayor superficie de glaciares del globo tras Groenlandia y la Antártida y, además, proporciona agua a una docena de ríos de los que dependen más de mil millones de personas, sobre todo en la India y China.
Por ello, resultan trascendentales las investigaciones realizadas por el geólogo indio D. P. Dobhal. Este experto lleva 18 años midiendo la reducción de los glaciares del Himalaya. Y lo hace mediante un sistema poco convencional: cañas de bambú que va colocando semienterradas en distintos puntos de los glaciares donde se acumula la nieve en invierno y en los lugares donde se derrite con la llegada del verano. Las marcas que ambas estaciones dejan en las cañas indican la pérdida de masa glacial y su retroceso de las montañas.
Desde 2004, Dobhal está comprobando el estado del glaciar Chorobari, lo que le obliga a pasar varios meses en un campamento base situado a casi 3.000 metros de altura. Desde allí se desplaza a los sitios escogidos para situar las cañas. Se levanta a las cinco y media de la mañana y debe volver al campamento antes de las dos de la tarde porque a partir de esa hora aumenta el riesgo de que se produzcan avalanchas.
Los estudios realizados hasta ahora por Dobhal con este rudimentario sistema indican que el glaciar Dokriani ha perdido un 20% de su masa durante las últimas tres décadas. Esta cifra es similar al deshielo sufrido por el monte Qori Kalis de Perú entre 1963 y 2002. Este deshielo es muy peligrosos no sólo por el riesgo de inundaciones y sequía, sino también por contribuir a aumentar el nivel del mar en el planeta, que amenaza a numerosas zonas costeras densamente pobladas en todo el mundo.
Mientas tanto, en la parte china del Himalaya, las autoridades han detectado un deshielo del 7% en los últimos 40 años, al tiempo que la temperatura media ha aumentado un grado centígrado desde 1980.