Crear islas y archipiélagos artificiales en medio del océano que produzcan electricidad a partir de fuentes de energía renovables. Éste es el proyecto que han presentado el ingeniero británico Dominic Michaelis, su hijo Alex y el investigador Trevor Cooper en el concurso convocado por el magnate Richard Branson para idear un nuevo sistema de producción energética acorde con las exigencias actuales del planeta. En este concurso, abierto hasta 2010, también participan Al Gore y el científico James Lovelock.
La idea es aprovechar la diferencia de temperatura del agua en las zonas tropicales, que oscila entre los 29 grados que puede alcanzar en la superficie y los cinco que tiene a un kilómetro de profundidad, para generar energía eléctrica limpia. También se aprovecharía la energía solar, la eólica y la de las corrientes marinas.
Los responsables del proyecto han diseñado una plataforma exagonal, cuyo centro acoge una instalación para la llamada Conversión de Energía Térmica Oceánica, a la que se pueden ensamblar cuantos exágonos se deseen, dando además a cada uno varios usos complementarios (paneles solares, postes eólicos, desalinización de agua, etc.). Según sus previsiones, cada exágono podría llegar a producir 250 vatios de electricidad al día que se transmitirían a tierra firme por medio de un cable. Así, estiman que unas 50.000 plataformas de este tipo permitirían cubrir las actuales necesidades energéticas del mundo.
Dos ciclos
El sistema diseñado por los científicos británicos para la conversión energética incluye dos ciclos en el uso del agua de los trópicos. En un ciclo cerrado se utilizaría el agua caliente de la superficie marina para calentar amoníaco, que hierve a baja temperatura. El vapor movería una turbina para producir electricidad. El agua fría de las profundidades se usaría para enfriar el amoníaco, devolviéndolo al estado líquido para comenzar otra vez el proceso.
El ciclo abierto tendría el efecto colateral de desalinizar agua. El agua caliente se introduciría en una cámara al vacío en la que podría hervir más fácilmente, perdiendo la sal y transformándose en vapor para mover la turbina. Después, el vapor sería conducido a una cámara de condensación, enfriada por el agua fría del fondo marino. El resultado de este proceso sería agua potable, concretamente 1,2 millones de litros por cada megavatio de energía. Así, una de esas plantas exagonales, con capacidad para generar 250 megavatios, produciría 300 millones de litros de agua potable cada día.
Además, mediante un proceso de electrolisis, se podría transformar el agua en combustible de hidrógeno para su uso en coches. El agua o el fuel podría transportarse en busques cisterna a países lejanos. También podría haber espacio para piscifactorías, así como para el cultivo de hortalizas en invernaderos y la obtención de sal. En esas islas artificiales podrían vivir colonias de unas 25 personas. Las casas utilizarían la electricidad y el agua potable que se genere en las plataformas.
Los países que más se beneficiarían de este proyecto serían aquellos cercanos a las aguas en las que al menos hay un diferencial de temperatura de 20 grados, cifra considerada límite para sacar rendimiento a las instalaciones. Entre ellos están China, India o Brasil, naciones que para su desarrollo necesitan gran cantidad de energía.