La anchoa del Golfo de Vizcaya se ha recuperado tras cinco años de estar prohibida su pesca. Los positivos informes científicos permitían a la UE levantar la veda en 2010, y aumentar en 2011 el Total Admisible de Capturas (TAC) hasta las 29.700 toneladas. No obstante, diversos científicos y ONG ecologistas recomiendan más medidas para evitar la desaparición de esta especie.
La anchoa se recupera en el Golfo de Vizcaya
La veda de la pesca de anchoa, impuesta a mediados de 2005 por la Unión Europea (UE), ha logrado su objetivo: aumentar la cantidad suficiente de esta especie en el Golfo de Vizcaya para permitir su pesca sin peligro de hacerla desaparecer.
Por ello, la UE aprobaba en 2010 restablecer la pesca de esta especie, y acordaba en un principio un Total Admisible de Capturas (TAC) de 7.000 toneladas. Un año después, el Consejo de Ministros de la Pesca comunitario ha aumentado el TAC hasta las 29.700 toneladas.
La decisión se ha basado en el último informe científico del Consejo Internacional para la Explotación del Mar. En su elaboración se han tenido en cuenta los datos recogidos por el Centro Tecnológico vasco de Investigación Marina y Alimentaria, Azti-Tecnalia, y la campaña acústica del Instituto francés Ifremer.
Por qué se imponía la veda
La cantidad de adultos capaces de reproducirse no superaba en 2006 las 18.640 toneladas, por debajo de la cifra para considerar una pesquería sostenible
Las capturas de anchoa se habían reducido de manera destacada en las últimas décadas: la media de los últimos 30 años ha sido de unas 20.000, con picos de hasta 80.000 en los años 60.
Por ello, la Comisión Europea (CE) decidía en 2006 el cierre de la pesquería de la anchoa hasta finales de 2006. Los datos del Comité Científico, Técnico y Económico de Pesca de la UE revelaban que el número de adultos capaces de reproducirse se encontraba en 18.640 toneladas, por debajo de la cifra establecida por el Consejo Internacional para la Explotación del Mar (CIEM) para considerar una pesquería sostenible: 21.000 toneladas de biomasa mínima.
Los científicos apuntaban a la sobreexplotación pesquera, o sobrepesca, como la causa principal de esta situación, aunque también añadían factores biológicos y medioambientales.
Los expertos de Azti-Tecnalia explicaban que el 70% de las capturas correspondía a anchoas de un año de edad, de manera que dificultaba su reproducción. Además, sus responsables reclamaban un mayor conocimiento de la especie, porque la producción de su alimento y las condiciones oceanográficas y meteorológicas también influían en su alta mortalidad natural.
Desde el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC se hablaba también del gran aumento de las medusas, voraces depredadores de diversas especies de peces como las anchoas.
Cómo evitar la desaparición de la anchoa
Los científicos de la UE recomiendan una gestión de la pesquería diferente al TAC para la anchoa. Los expertos comunitarios creen que una vez que la pesquería recupere niveles biológicamente seguros, proponen medidas como el cierre de ciertas áreas a la pesca, las vedas temporales o el establecimiento de tamaños mínimos.
Los grupos ecologistas consideran insuficiente la veda y ofrecen diversas soluciones. Oceana reclama criterios científicos «claros y contundentes» para reiniciar las actividades de pesca. WWF recuerda que la fractura ecológica puede ser «catastrófica», puesto que la anchoa se sitúa en los escalones bajos de la cadena trófica, y por ello, otras muchas especies dependen de su supervivencia.
Los Verdes europeos creen que no se trata de buscar el enfrentamiento entre los pescadores españoles y franceses, sino de buscar una salida para todos y para el medio ambiente. Para ello proponen la creación de una «Plataforma permanente de gestión del Océano» abierta a la ciudadanía y transparente en cuanto a sus decisiones.
Itsas Geroa, una ONG centrada en la protección de la pesca en el Golfo de Vizcaya, afirma que la solución consiste en apoyar a la pesca tradicional y selectiva y prohibir durante 15 años la pesca de arrastre, ya que consideran que estos barcos están acabando con las reservas, como ya ocurrió antes con el atún.
La familia Engraulidae incluye varios géneros de peces comestibles que reciben diversos nombres, como anchoas (en el Cantábrico o en México), boquerones (en el Mediterráneo), anchovetas (en Perú) o chicora o sardina bocona (en Chile). Estos peces se encuentran repartidos en las aguas costeras de los océanos Atlántico, Pacífico e Índico, así como en el mar Mediterráneo y en grandes lagos de agua dulce y salada y de temperaturas templadas y cálidas.
Los peces de la familia Engraulidae son pequeños, verdosos o azulados, tienen generalmente en torno a los 15-20 centímetros de largo, y forman densos cardúmenes (bancos de peces) que ascienden a la superficie durante la noche desde profundidades medias, para alimentarse de plancton.
La anchoa europea (Engraulis encrasicholus) y la americana (Engraulis mordax) son las preferidas por los pescadores para consumo humano. Además del Cantábrico, en Chile y Perú se encuentran algunos de los más importantes mercados mundiales de esta especie.