Los vehículos de serie cuentan, habitualmente, con un filtro de aire de papel que es necesario reponer varias veces a lo largo de la vida del coche. El papel tiene una capacidad de filtrado del aire limitada, que se va reduciendo progresivamente con la suciedad acumulada en los pliegues que la recogen.
Las partículas mal filtradas que llegan a la cámara de combustión del motor son responsables de parte de su desgaste y contribuyen a la acumulación de carbonilla en las bujías e inyectores. Según estudios de diversos fabricantes, los filtros de papel dejan pasar partículas de 20 micrones, mientras que los de algodón retienen incluso las de 10 micrones ofreciendo un porcentaje entre el 97 y 99% de filtración.
Esta superior capacidad no se debe sólo al material, sino a la mayor cantidad de pliegues y a un aceite especial con el que se embadurna el algodón, tintado de color rojo o verde para distinguirlo.
El filtro es reutilizable y los expertos recomiendan su lavado cada 50.000 ó 60.000 kilómetros. Es necesario emplear un detergente especifico para esta tarea, ya que el jabón de casa arrastraría el aceite que lo impregna. La duración es «eterna», es decir, toda la vida del coche. Algunos fabricantes los garantizan por un millón de millas (1.609.344 kilómetros).
Otra recomendación de los fabricantes es girar el filtro de vez en cuando. Los flujos de aire en el tubo de admisión tienden a entrar por una parte concreta del filtro, que es la que más se ensucia.
El algodón permite la entrada de un mayor volumen de aire en el motor, lo que redunda en una cierta mejora de su respuesta. No es cierto que ganen potencia: para eso sería necesario instalar un kit de admisión completo, pero sí gana cierta viveza y, sobre todo, limpieza de combustión y por tanto, mayor duración y menos posibilidades de averías.