Una batería que reciba un buen mantenimiento puede durar de cuatro a seis años o incluso más. Sus grandes enemigos son las temperaturas altas y bajas que afectan al rendimiento.
En el primer caso aumenta la pérdida del electrolito y se acorta su vida. En el segundo el electrolito se puede congelar y agrietar la propia batería.
Para impedir que se descarguen debe comprobarse que el nivel del líquido esté un centímetro por encima de las placas de la señal y que los bornes estén protegidos con una capa de vaselina o grasa para evitar que se sulfaten.