Las medidas y proporciones de un vehículo afectan de forma radical a su comportamiento. El hecho de que un deportivo sea corto, ancho y bajo no es ni casualidad ni cuestión de imagen. Existen unos fundamentos físicos muy complejos en los que se basa el diseño de un automóvil.
La distancia entre las ruedas de un mismo eje se denomina vía, mientras que la distancia entre el eje trasero y delantero es la batalla. Una vía ancha aporta mayor estabilidad en las curvas, mientras la batalla gana estabilidad para el vehículo cuando es más larga y hace al coche más ágil y «nervioso» cuando se acorta.
El principio físico que origina estos comportamientos es el de la transferencia de cargas entre los ejes durante las aceleraciones, frenadas y entre las ruedas en los pasos por curva. El fabricante elegirá las proporciones para el chasis de su vehículo de acuerdo al carácter que le quiera aportar en su futura conducción.
Otra aplicación de la geometría que garantiza nuestra seguridad es la convergencia. Se trata de inclinar ligeramente las ruedas delanteras hacia el interior del vehículo para asegurar una trayectoria recta. Incluso, si accidentalmente soltamos el volante con el automóvil en marcha, este ángulo impidirá que nos desviemos de nuestra trayectoria.
En este efecto también influye el pivote de la dirección, la pieza que se fija a la rueda y sobre la que el brazo y la leva de dirección ejercen fuerza para hacerla girar. Habitualmente se coloca con un pequeño ángulo respecto al diámetro horizontal de la llanta y una ligera inclinación hacia el eje. Estas medidas han de ser cuidadosamente calculadas por los ingenieros, ya que pequeñas variaciones en los ángulos pueden suponer importantes mejoras o deficiencias en la estabilidad.
Sin embargo, ninguna de estas medidas será efectiva si nos falla el elemento de contacto con el suelo: el neumático. Cuando la rueda gira no lo hace exactamente en la dirección que le correspondería según el ángulo que le aplicamos. La elasticidad del caucho, la presión de la cámara de aire y el dibujo de la superficie provocan una pequeña deformación que hace que la rueda gire un poco menos de lo que debería.
Los técnicos lo denominan ángulo de deriva y es mayor cuanta más distancia exista entre el límite de la llanta y el punto de contacto de la rueda con el suelo, es decir, lo que se conoce como perfil. Es por esta razón que los vehículos deportivos calzan neumáticos de perfil bajo, sacrificando comodidad, al disponer de menos cámara de aire para amortiguar las irregularidades de la carretera, a cambio de precisión en el giro a altas velocidades.
Cuando un neumático está bajo de presión se deforma en exceso en las curvas al estar «más blando» y por tanto, el ángulo de deriva es mayor y la conducción se torna imprevisible con el peligro que ésto conlleva.
Algunos aficionados al automóvil suelen cambiar las ruedas originales de su automóvil por otras de diferentes medidas, en muchas ocasiones por una simple cuestión de imagen, sin saber que unos pocos milímetros cambian sustancialmente estas medidas y ángulos que son fundamentales para la seguridad. Por esta razón, cualquier modificación en nuestro automóvil, ya sea en la dirección, ruedas o potencia del motor, debe ser supervisada por un especialista y homologada para su uso en las vías públicas.