El «botox» no es un medicamento exclusivo de la cirugía estética. De hecho, la toxina botulínica, lo que es realmente este fármaco, viene siendo utilizada en distintos ámbitos de la Medicina desde hace dos décadas. Los últimos en beneficiarse de las ventajas de este producto son los afectados por lesiones cerebrales graves, que cuentan con una nueva terapia que les permite recuperar movilidad y superar el dolor.
«La toxina botulínica es un medicamento fácil de administrar, seguro y eficaz, que ofrece soluciones para problemas de la vida diaria al 80% de los pacientes», afirma la neuróloga María Cruz Lachén. Esta especialista y otros médicos y familiares de afectados han abordado, en unas jornadas organizadas por asociaciones de Daño Cerebral Adquirido, cuestiones tan diversas como el papel de la familia, nuevos enfoques en rehabilitación y la necesidad de disponer de centros de día.
Los avances de la Medicina y la eficacia cada vez mayor de las unidades asistenciales logran salvar cada año muchas más vidas que se quedan al filo de la muerte a causa, la mayoría de las veces, de los accidentes de tráfico. Los nuevos tratamientos, sin embargo, no evitan, de momento, las graves secuelas que dejan tras de sí las lesiones cerebrales. Más de 12.000 españoles salen cada año del coma con complicaciones graves que deben ser atendidas de por vida y que requieren de nuevas prestaciones sociales y sanitarias.
Infiltraciones controladas
La toxina botulínica es un medicamento que se obtiene a partir de un germen, el «Clostridium botulinum», que aparece en las conservas mal embotadas y que se encuentran a una temperatura inadecuada. Si se administrara por vía oral, las consecuencias para el organismo serían nefastas, pero bien aplicado, mediante infiltraciones controladas en el músculo, permite tratar patologías muy diversas, como tortícolis permanentes, estrabismo infantil, «tics» como un cierre constante de los ojos y bloqueo de los músculos.
El «botox» se popularizó el pasado invierno, cuando Sanidad autorizó su uso para fines estéticos. El producto tiene la facultad de provocar el relajamiento de los músculos, mediante el bloqueo transitorio de los impulsos nerviosos, lo que abrió las puertas a dermatólogos y cirujanos estéticos para corregir asimetrías del rostro y eliminar arrugas gestuales de manera temporal.
El uso que se le da para la mejora de la actividad diaria en los afectados por daño cerebral adquirido sigue el mismo mecanismo. Las infiltraciones de «botox», cuyos efectos se prolongan entre seis meses y un año, permiten corregir problemas provocados por una rigidez muscular excesiva, un fenómeno que en términos clínicos se denomina espasticidad.
La labor del especialista, antes de apostar por esta opción, consiste en asegurarse que la imposibilidad de mover la mano o de colocar el pie de manera correcta al caminar se debe exclusivamente a un problema de rigidez muscular. Debe descartar, por tanto, que se trate de una complicación de tipo funcional, como falta de fuerza, de sensibilidad, coordinación o de una rigidez irreversible de la articulación.
Rigidez muscular
El efecto del medicamento no es inmediato. Sus ventajas pueden comenzar a notarse pasados diez o quince días y se prolongarán durante, al menos, tres meses y, en algunos casos, hasta seis e incluso un año. «Lo bueno que tiene esta terapia es que tiene principio y fin. La cirugía -detalla Lachén- es irreversible, pero esto, si no funciona, deja de practicarse y listo». La eficacia, según la neuróloga, depende de que «los objetivos sean realistas». La especialista sostiene que la toxina, bien empleada, no produce ningún efecto secundario en el paciente, salvo la sensación en algunos casos de cierta debilidad en la zona infiltrada.
Los neurólogos aconsejan que esta terapia con toxina botulínica se acompañe de sesiones de fisioterapia que ayuden a la mejora del movimiento y a la recuperación funcional. «Lo importante es ser consciente de las posibilidades de este fármaco para que el paciente sepa hasta dónde podemos llegar», concluye la experta.