Nuestra sociedad no se caracteriza por que los niños acudan al dentista con fines preventivos. Así lo revelan las estadísticas de la Fundación Dental Española, que indican que sólo la mitad de ellos acude a la consulta una vez al año, los demás no van nunca o lo hacen cuando la patología es ya evidente. Los últimos estudios epidemiológicos revelan que cuatro de cada diez niños tienen caries, proporción que se eleva al 70% cuando su edad llega a los 12 años. Pero, además de esta enfermedad, los problemas más frecuentes son los ortodóncicos: aquellos que se originan por una mala posición de las piezas dentarias o por una alteración en el crecimiento y desarrollo de los maxilares. Los especialistas en Odontopediatría y Ortodoncia subrayan que cuanto antes se traten estas malposiciones dentales, especialmente si son óseas, mejor. El hecho de que no se visite al dentista con la frecuencia debida tiene que ver con que en España la salud bucodental no está integrada de forma amplia en los servicios gratuitos. Por otro lado, tampoco hay muchos profesionales dedicados exclusivamente a la atención dental en las edades tempranas.
La prevención, asignatura pendiente
Los dientes juegan un papel fundamental en la masticación de los alimentos y en la comunicación, al permitir la pronunciación correctamente. Pero, además, su implantación constituye uno de los factores estéticos más determinantes por la armonía que puede proporcionar a un rostro.
El hecho de que en España la salud bucodental no esté integrada de forma amplia en los servicios gratuitos hace que sea contemplada por la mayoría de los ciudadanos todavía como un lujo “más que como uno de los aspectos necesarios dentro de la salud general del individuo”, asegura la doctora Montserrat Catalá, profesora titular de Odontopediatría de la Universidad de Valencia y exvicepresidenta de la Sociedad Española de Odontopediatría (SEOP).
Sin embargo, aunque en un porcentaje muy inferior a la media europea, son muchos los padres que se preguntan cuándo hay que empezar a llevar a los niños al dentista; si existen realmente tratamientos preventivos eficaces; si merece la pena prestar atención a las caries en los dientes de leche, o si la colocación de los aparatos correctores debe hacerse antes de que los pequeños den el estirón.
La recomendación de sociedades científicas como la American Academy of Pediatric Dentistry o la propia SEOP es muy clara: conviene llevar a los niños a edades tempranas a un dentista especializado en atención integral del niño y del adolescente.
Pero en nuestro país cuesta encontrar profesionales dedicados exclusivamente a este campo. Según el doctor José Enrique Solano, responsable del equipo de investigación de Estomatología Infantil y Ortodoncia de la Universidad de Sevilla, su número es restringido por la alta cualificación que se requiere y por que el trabajo con el paciente es muy duro: “son necesarias técnicas de Psicología, a veces corregir hábitos, comportamientos y conductas, y esto agota a un profesional”, afirma.
La doctora Ane Vitoria, una de las pocas especialistas tanto en Odontopediatría como en Ortodoncia, coincide con su colega sevillano en que es a partir de los tres años cuando resulta conveniente que un niño acuda periódicamente a la consulta de un odontopediatra. Allí se identifican los problemas dentales y, cuando es preciso, se interviene para guiar los dientes que van a erupcionar.
Un experto en la boca de los más pequeños conoce lo que ocurre y lo que va a ocurrir en ella y, gracias a las revisiones, normalmente anuales o semestrales, es capaz de prever el desarrollo oral y de evitar posteriores problemas que podrían luego tener difícil remedio. “La atención temprana compensa en la solución y en el resultado final. Aunque sea necesaria una terapia en una segunda etapa (adolescencia) ésta será menos agresiva”, afirma el doctor Solano.
Ane Vitoria, con una amplia formación en EE.UU. y Europa, precisa que es primordial que los dientes de leche se mantengan en su sitio hasta su pérdida natural, para evitar malposiciones dentales, y que hay que procurar conservarlos sin caries o tratarlos si las tienen.
Educación para la salud dental y seguimiento precoz
Cuatro de cada diez niños tienen caries. A los 6 años el porcentaje ronda el 30%, a los 12 se acerca al 60% y a los 14 puede superar el 70%, advierte el Consejo General de Colegios Oficiales de Odontólogos y Estomatólogos de España. La adopción de medidas preventivas, como la fluoración del agua, permite rebajar su prevalencia en un 40-60%, según la Fundación Dental Española.
Los padres juegan un papel esencial en la educación para la salud dental y son los principales responsables de llevar al niño al dentista. Monserrat Catalá también echa en falta la difusión de protocolos de actuación en colegios, por ejemplo, para saber cómo actuar si se produce un accidente con consecuencias en la boca. La doctora Vitoria insiste en la importancia de que los pequeños adquieran el hábito de cepillarse adecuadamente desde chiquitines. “Primero ellos solitos y, después, un repaso con ayuda”, remarca.
Pero es importante que los pequeños se limpien cada día toda la boca y no sólo los dientes. “Una buena limpieza bucodental pasa por cepillar a diario los dientes, las encías, el interior de los carrillos y la lengua, donde se acumula la placa bacteriana responsable de la halitosis. Con ello prevenimos y controlamos la aparición de ciertos problemas como la caries y la piorrea”, explica el doctor Ignacio Corral.
No obstante, a pesar seguir unos adecuados hábitos son numerosas las afecciones que pueden perturbar la salud bucodental, como caries, malformaciones, malposiciones dentarias, traumatismos… Un seguimiento adecuado, con revisiones anuales a partir de los tres años, tal y como está establecido en los países nórdicos, hace que la prevención y la posibilidad de poder identificar a tiempo numerosos problemas se conviertan en la mejor garantía de eficacia de cualquier tratamiento. En caso de pérdida de alguna pieza o parte de ella en un accidente, la doctora Catalá recuerda que hay que buscar el diente o fragmento, “guardarlo en una solución acuosa, preferentemente leche” y acudir “inmediatamente” a un especialista.
Maria Cruz Andrés, presidenta de la Sociedad Española de Ortodoncia (SEDO), está de acuerdo con el resto de los especialistas consultados: para poder indicar un tratamiento temprano es necesario observar antes el desarrollo del niño. El tratamiento precoz es, sobre todo en los problemas esqueletales (como por ejemplo la mordida cruzada o las progenies -mandíbulas grandes y maxilares superiores pequeños-) más estable en el tiempo y se obtienen mejores resultados estéticos. Los huesos de los niños son más fáciles de “moldear”, estimular, ensanchar o frenar que los huesos de los adultos. Por eso, es más firme un ensanchamiento maxilar realizado a un niño de 8 años que a uno de 13. La intervención temprana puede prevenir un tratamiento muy largo a posteriori.
El error de esperar
Los problemas más frecuentes que se tratan con ortodoncia son el apiñamiento dental, la protusión de los dientes (inclinados hacia fuera), la mordida inadecuada y la protusión de la mandíbula. Una visita cuando el niño es pequeño al odontopediatra (el propio pediatra puede sugerirla) facilita la corrección en su mejor momento. Porque cuando se dejan sin tratar, los problemas ortodóncicos se agravan. Es menos costoso tratarlos a tiempo que emprender a posteriori cuidados dentales más serios.
“Cada maloclusión tiene una indicación”, resume la presidenta de la SEDO. Siempre teniendo en cuenta esta premisa, Ane Vitoria nos explica cómo en sus clínicas se suele realizar el tratamiento ortodóncico en dos fases. La primera se ocupa de armonizar las bases óseas (maxilar, mandíbula o ambos) y de modificar hábitos. Normalmente se realiza con la ayuda de aparatos fijos o removibles (de quitar y poner). Es en la segunda fase cuando ya se tratan los problemas dentarios con ayuda de los conocidos ‘brakets’.
La ortodoncia temprana puede mejorar la sonrisa del niño, pero los beneficios son numerosos. Según la Asociación Americana de Ortodoncia, el tratamiento temprano es ventajoso por las siguientes razones:
- Influye en el crecimiento de la mandíbula de forma adecuada.
- Armoniza el ancho de las arcadas dentales.
- Mejora el patrón de los dientes permanentes.
- Conlleva menor riesgo de traumatismo en los incisivos superiores protuídos.
- Corrige hábitos orales.
- Mejora la estética y la autoestima en un momento en el que su impacto emocional es muy importante para el desarrollo psicológico y la integración social del niño.
- Simplifica y/o acorta el tiempo de tratamiento en la fase de ortodoncia correctiva.
- Reduce la posibilidad de dientes permanentes impactados.
- Mantiene o gana espacio para los dientes permanentes que van a erupcionar.
- Puede llegar a reducir o eliminar problemas respiratorios o del habla.
- Favorece la higiene. Los dientes rectos son más fáciles de mantener limpios y menos susceptibles a las caries y a enfermedades de las encías.
Los beneficios del tratamiento ortodóncico temprano están constatados y son más palpables todavía cuando existe un problema óseo de importancia. Gracias a ellos es posible evitar la extracción de piezas, y, en algunos casos, eludir la cirugía a la vez que se logra el mantenimiento de la integridad de la arcada bucal.